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Volver siempre al poema a buscar respuestas

Entrevista a Ale Berón, poeta, actor y performer. Hace años se dedica a la investigación y la puesta en escena de textos poéticos. Coordina talleres de actuación y escritura.



+P: Alejandro nos gustaría que nos cuentes algo sobre vos y tu recorrido por el mundo de las letras ¿Qué cosas te llevaron a escribir poesía?

Ale: Arranqué a escribir de chico desde un lugar de juego. Recuerdo haber escrito un primer poema alrededor de los 10/11 años. Ya por mis 8/9 había arrancado un taller de títeres, donde conocí a uno de mis mejores amigos. Creo que -de alguna manera- siempre estuve en contacto con un trabajo vinculado a lo sensible.

Recuerdo que cuando escribí ese poema no dije: bueno voy a escribir un poema, entonces me siento y escribo. No tengo recuerdo de eso, pero sí recuerdo sentarme a escribir algo, que no era ni para la escuela, ni una carta.

Un poco después, a los 15 años, hice un taller de iniciación teatral para adolescentes en el Centro Cultural Rojas donde hice muchos amigos y amigas. Ahí empezó otra parte de mi vida.

+P: ¿Se te cruzaba la escritura con la actuación?

Ale: Hasta ahí no lo tenía tan claro, pero sí contaba que escribía. De hecho, más o menos para esa época había ganado un concurso de Ciudad de Buenos Aires. Y toda la escuela sabía que había pasado algo con ese concurso. Recuerdo haber estado en la formación de la escuela y que se dijera que había ganado un premio y, de repente, ahí reconocerme. Ese momento estuvo bueno, aunque implicó también bastante bullying: era el puto que escribía poesía. Pero también pasó que mucha gente se acercó para comentarme que también escribía y ahí se fue armando como una comunidad. Después, gracias a una compañera del Rojas que me dijo: vos tenés que conocer a Margarita Roncarolo, llegué a la casa de Marga. Fue también otro antes y después. Su casa era como un gran poema objeto. Entrar era como atravesar un portal. Tenía algo de gesto poético. Vos entrabas y te dabas cuenta de que algo estaba pasando. No podías dejar de mirar todo lo que había alrededor y, ni hablar, del amor de Marga. Te sentías bien recibido. Cuando llegué, recuerdo que uno de los cartelitos decía taller para adolescentes con un infierno en la cabeza. Llegué con 16 años y me encontré con Marga. Fue como un rayo que me atravesó. Ni hablar de todo lo que fue estar en su taller y lo que aprendí ahí. Marga fue mi maestra, mi sensei. Desde el principio, su propuesta fue que la palabra circule, que no quede guardada en una biblioteca o en un libro. Ese primer año, salíamos a escribir en autos abandonados, hacíamos intervenciones urbanas, escribíamos en piezas de madera o piedras y las dejábamos en distintos lugares de la ciudad. Con Marga laburábamos mucho por instancias. Después estaba el contacto con el texto, horas frente al papel o el poema. A veces algunos textos llevan un tiempo, incluso tiempo de contemplación en el que uno se pregunta ¿Qué está pasando acá? ¿Qué es lo que tiene para decir este texto? ¿Cómo podría decirlo mejor? Teníamos encuentros que podían arrancar al mediodía y terminar a la noche.



+P: ¿Cómo fueron esas clases de taller?

Ale: Fueron dos etapas. Al principio pasaba esto de ir al taller y no saber a qué hora terminaba. Era un espacio donde se propiciaba mucho la escucha y la charla. Después de varios años de hacer taller, Marga me dijo: Ale no tengo más nada que enseñarte estuvo bueno y divertido. Estuvimos unos meses sin encontrarnos semanalmente, hasta que nos encontramos para almorzar y ahí empezamos hacer inventos. Surgió la idea de hacer un espectáculo: “Poetas, la verdad de la vida” y nos pusimos a investigar sobre poesía y performance, pero más declaradamente. Todos los fines de años, se hacía la muestra del taller de Marga donde surgían diferentes propuestas respecto a cómo preparar los poemas: desde el vestuario, la escenografía, hasta la música. Se veía que el poema podía ser vestido de un montón de formas. Estaban buenísimas esas muestras y estaba buenísimo cómo se llegaba a cada escena, es decir, haciéndole preguntas al poema. Preguntas hasta el infinito y volver, volver siempre al poema a buscar respuestas.

Cuando empezamos con Marga a investigar, comencé a descubrir esa pasión. Entré en una zona de preguntas que todavía me hago y son el motor para seguir buscando y buscando.

En algún momento, pasó que me invitaron a una lectura de poesía, tenía 24 años. Lo primero que se me vino a la cabeza fueron imágenes un poco aburridas: una mesa, un vaso de agua y una persona sentada leyendo. Más allá de ese prejuicio, acepté y dije vamos.

Llegué y estaba la mesa, el vaso de agua, toda la solemnidad que tiene una lectura, pero cuando te paras ahí empiezan a correr todos los elementos de una escena. Caí en la cuenta de que eso que se llama lectura, no es más que habitar una escena con todos los elementos: el tiempo, el espacio, la voz, el cuerpo y los objetos. Todo depende de cómo vayas conjugando esos elementos y de cómo vayas poniendo una cosa sobre la obra para generar relieves. Me pregunto ¿De dónde puede salir el poema?

También hice la carrera de dramaturgia en la EMAD y entonces pensé: esto que estoy trabajando de poesía y escena puede empezar a constituirse como un único camino. Ahí fue que todo se empezó a amalgamar.


+P: Tuve la oportunidad de escucharte recitar en vivo en un evento que organizamos con los chicxs de +P y realmente la puesta en escena que desplegaste me impactó. Después leí tu libro AMÉ y fue como revivir esa experiencia, pero ya en una instancia más privada de lectura ¿Cuándo surge el poema pensás en la escena?

Ale: Para mí son dos instancias diferentes: una es trabajar el texto y otra con el texto.

Lo primero es ir alcanzándolo y estar atento a lo que pide. ¿Aparece cierto ritmo? ¿Hace falta un personaje? Todo ese trabajo está dentro de una zona que no contempla estrictamente la escena. Un trabajo es la escritura. Después, los textos llegan a las lecturas y aparece una nueva dimensión del texto. Me ha pasado de llevar un texto a una lectura y darme cuenta, ahí, de que debo cambiar algo. Otra, es que no todos los poemas entran en la órbita de las lecturas. De hecho, muchos de los poemas de “Amé” no aparecen. Me interesa que cada experiencia sea en sí misma un universo, que el contacto con el libro sea una cosa y la lectura otra, que ambas tengan su valor y su particularidad. Con eso me rompo la cabeza.


+P: Cuando estás trabajando la escena... ¿Pensás en estrategias?

Ale: Sí, en general pienso muchas estrategias escénicas y cuando salgo a escena salgo con varias. Muchas son una antología que tengo por haber transitado tanto la arena de la lectura. Fui recolectando diferentes herramientas para ver de qué forma entrarle a la escena cada vez. Me interesa pensar e ir conociendo distintas herramientas para poner sobre esa mesa vacía y lograr que algo del orden de lo extraordinario suceda.


+P: ¿Tus talleres están apuntados a alguna edad en particular?

Ale: No, generalmente se acercan jóvenes, pero no está apuntado a una edad. Por lo general, se acerca gente que escribe y quiere acercarse al trabajo del cuerpo o gente que viene muy del trabajo del cuerpo (como la danza o la actuación) y quiere empezar a escribir.

El taller es de actuación y creación de texto. Puede ser que llegue alguien que solo quiera escribir poesía, pero quizás viene alguien que escribe otro tipo de material. Por eso, en el taller, siempre hablamos de textos.


Foto: Mili Morsella


+P: ¿Qué consejos les das a quienes comienzan a escribir?

Ale: No sé si consejo es la palabra, pero hay una herramienta, algo que encontré trabajando. No todo tiene que ser de adentro para afuera, sino que también puede ser de afuera para adentro. Ir buscando la manera de ser conmovido por ese afuera. Ir caminando por la calle, ver una escena y pensar cómo dialoga con uno o cómo lo conmueve, o no. Creo que desde ese lugar hay una posibilidad de creación.


+P: ¿Cuál es tu satisfacción más grande a la hora de estar en contacto con la poesía?

Ale: Creo que tiene que ver con compartir, con eso que se da alrededor de la poesía, que es como un fogón. Un grupo de personas mirando el fuego, compartiendo un silencio y permitiéndose ser tomados por las imágenes de un texto. El hecho de poder construir imágenes que disparen interrogantes y arrojen un poco de sentido. Esa me parece una zona de satisfacción. También todo el amor que vuelve.

En su momento, escribía de una forma críptica y me pasaba de tener algo para decir y no poder decirlo. En mi caso, pasaba por las relaciones de amor, querer decir me gusta tal persona y, por un montón de circunstancias, no podía. Con esto quiero decir que estaba en el closet. Un poco de ahí nacía mi pulsión de escribir. El tema es que los textos no se entendían nada. Con Marga laburamos mucho en esa escritura y era hermoso ver como ella se preocupaba por entender lo que quería decir. Fue un laburo de años hasta lograr de decir y, por eso, el taller de Marga fue también algo terapéutico en algún punto. Ella te acompañaba para que puedas encontrar tu decir "¿Vos en tu vida que tenés para decir?", preguntaba. En ese momento, me hervía la piel por decir: lo que me está pasando es esto y Marga me acompañó un montón.

Cuando tuve mi primer novio, llegaron los te amo, empecé a decir mucho te amo, te amo, te amo y comenzó a pasar algo alrededor de esa palabra. A partir de ahí, empecé a sentir todo lo lindo del amor y esa fuerza, que es un antes y un después. ¿Y ahora que te amo qué? ¿Y ahora que vos me amás entonces qué? De golpe amás a alguien y alguien te ama, eso esta buenísimo. De toda esa fuerza, salió un primer poema que se llamó “Te amo” y me encontré en una lectura, leyéndolo. La primera vez que lo leí pasó algo. Ahora, si lo pienso, a partir de esos 2 versos se generó cierta complicidad. Estábamos escuchando algo que quedaba entre nosotros. Me di cuenta, ahí, que la poesía me permitía comunicar y decir, decir de una manera. Uno podría quedarse en esa forma de juego, porque el juego es muy gozoso, pero el juego puede ser un momento de ebullición, después hay otro laburo ¿Y ahora con esto qué? Y ahí empieza el trabajo.


Foto: Cortesía de Ale Berón


+P: ¿Qué significa la poesía para vos?

Ale: La poesía es mi vida y, también, una herramienta que -desde muy chico- me acompaña y me ayuda a pasar momentos muy duros. Me contactó con gente muy amada. Para mí fue un encuentro con el decir (pasé más de la mitad de mi vida sin poder decir). Usar la palabra como material, como si fuese madera o masa. La palabra como algo que te permite decir, con todo lo que eso tiene de contradictorio.


> Entrevista realizada por Carolina Martin, integrante de +P. Si querés contactarte con ella, escribile a carol.martin@live.com.ar

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