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Matar a una laburante: un cuento de Liliana Di Lorenzo

Actualizado: 10 nov 2020

"Es un lunes como cualquier otro. De esos que ya son odiados desde la tarde del domingo ante su inminente llegada" con esta frase, Liliana Di Lorenzo nos introduce en este cuento que tenemos el gusto de compartir en esta primera edición de nuestra revista.

> Foto: autor desconocido


Es un lunes como cualquier otro. De esos que ya son odiados desde la tarde del domingo ante su inminente llegada. El hombre que va a matar a una laburante, esta vez, se levantó temprano para poder ultimar detalles. Su vuelo sale a las 15 hs pero antes deberá pensar en algún detalle inteligente que impresione a la bella muchacha que hoy despertó a su lado. Es un hombre honrado que heredó la fábrica familiar. Enviudó dos veces y cuando ya no esperaba más nada del amor llegó esta joven veinte años menor a renovarle las ganas.

El hombre lee las primeras noticias del día, la muchacha se baña y canta una canción en dudoso inglés. El hombre que va a matar a una laburante sonríe por la frescura de su amada. También se ilusiona por esa semana perdidos en el Caribe que logró financiar haciendo números, como cualquier hombre honrado.

Pero al mismo tiempo, en el Conurbano, una laburante le da un sorbo largo al mate amargo y come el último pedazo de tortilla que será lo único que coma hasta la media hora de almuerzo en la fábrica. Faltan algunos días para cobrar y en la casa ya se gastaron las reservas y los préstamos de amigos.


>Foto: Retrato de trabajadora por Lizz Von Trapp fotografía


La carga de la sube no alcanzará para el tramo que queda hasta la fecha de cobro, caminará diez cuadras para tomar un solo colectivo. Lo poco que quedaba de dinero se usó para comprar el libro de la más chica que según el marido es un gasto innecesario. Pero la mujer que trabaja lo compró igual.

La laburante le dice al marido que saque en cuotas esa campera que tanto le gusta, que este mes viene con aumento y pagarán completa la tarjeta. Ella necesita la pastilla para la presión pero prefirió posponer unos días la toma, hace meses está controlada y la campera, con estos fríos, es más urgente. La mujer no le perdona ese sábado de campeonato de fútbol y borrachera donde se fueron unos cuantos mangos pero cree que así el marido se distrae y olvida por un rato que hace meses no consigue trabajo. La laburante sostiene su matrimonio con todas sus fuerzas.

El marido acompaña a su esposa hasta la esquina. El camino hacia a la parada es peligroso pero eso es todo lo que él hace por ella.



> Foto: autor desconocido


El colectivo siempre viene lleno, la laburante ya lo sabe. Ilusiona con un viaje cómodo en un vehículo propio algún día. Pero por el momento le toca sortear los obstáculos del transporte público. Viaja en un solo colectivo más gente de la que debe y eso le da cierta impunidad a tanto degenerado que sale de su estado de latencia en viajes urbanos de veinte minutos y son la amenaza de cualquier mujer joven a bordo.

La mujer que trabaja selecciona alguna canción que hable de todo lo que le pasa y la escucha con auriculares en ese celular que anda tan mal y que tuvo que llevar escondido durante diez cuadras. Nunca se lo dijo a nadie pero está cansada de estar preocupada.

Mientras la mujer que labura viaja, el hombre honrado, el dueño de una fábrica enciende las luces de su empresa y saluda a los primeros en llegar. Repasa en su oficina la lista, la lee y susurra que ha hecho la selección correcta. Las ganancias cambiaron este último tiempo, ya no se acumula lo suficiente. Ahora es más difícil mantener esa vida de placeres que merece un hombre honrado enamorado de una joven llena proyectos.

A la mujer laburante se le vino a la mente la promesa que le hizo a su madre de ayudarla este mes con el alquiler y la plata que no le devolvió a su compañera. La laburante siente una presión fuerte en el pecho por ese olvido. Intenta calmarse porque seguro todo irá mejor con el aumento. También la tranquiliza saber que esta noche hay para cenar y que mañana se verá. Solo faltan un par de días para cobrar, es solo resistir o aguantar.

La laburante llega a la puerta de la fábrica y ve que se juntó mucha gente en la entrada que espera un anuncio. Se entera de inmediato que es una lista de despedidos.

El pecho de la laburante se vuelve a apretar. Lo único que espera es no escuchar su nombre. Le falta poco para jubilarse, y el marido no trabaja. A la laburante le preocupa pensar que será de sus hijos y de su madre sin la plata que ella gana.

Un empleado del hombre que va a matar a una laburante pronuncia el nombre de la maldecida mujer junto al de otras laburantes en esa lista de despedidos.

¿Cómo puede una mujer soñar con la dignidad cuando en un segundo lo pierde todo en un sorteo siniestro? Ya no soñará con un auto para llevar a la viejita al médico porque no habrá dinero. No habrá nada para comer porque ya no tiene trabajo. ¿Cómo aguanta el corazón de una laburante que ni siquiera estaba debidamente medicado porque ni con trabajo le alcanza para cuidarse la salud?

Después es demasiado tarde. La mujer está tendida en el piso. Su pecho no se oprime porque ya no se mueve. Resistió demasiados sustos, se contrajo demasiadas veces. Nadie sabía que ese corazón no soportaba una incertidumbre más.

Después no hay palabras de consuelo, ni alquiler para una madre, ni campera de abrigo, ni libros para un futuro mejor. Ni el sueño del auto.

El hombre honrado solo quería apostar a su nuevo amor y perderse en el agua templada de otras costas. No quería matar a nadie mientras acomodaba números, solo quiso mantener sus ganancias. El hombre honrado nunca se metió con nadie pero tampoco le preguntó a esos nadies por sus miserables vidas.


Liliana Di Lorenzo (1989, Lomas de Zamora)

Egresada del Instituto Superior de Formación Docente "Abuelas de plaza de Mayo", Avellaneda. Estudiante de la carrera de Licenciatura en Educación en la Universidad Nacional de Quilmes. Mamá de Cloe Martina.

> Si querés contactar a Lili, escribile a lilianadilorenzo2015@gmail.com


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