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Las escritoras confesionales dicen del dolor y no de la reparación

Actualizado: 27 ene 2021

Entrevista a Karina Ardizzone sobre su primer libro: "La forma más autónoma del cuerpo" (Agua Viva Ediciones). Dialogamos entre hamacas, predecesoras, territorios recuperados, poemas que salen y futuro.


Foto cortesía Karina Ardizzone


Emilce Fernández (EF): ¿Cuándo supiste que tenías un libro? ¿cuál fue el poema que te guió hasta ahí?

Karina Ardizzone (KA): Había hecho un taller con Osvaldo Bossi, otro en la UNDAV que lo daban les chiques de Eloísa Cartonera, había estado explorando por ahí, pero sentía que había concluído un recorrido. Quise conocer más talleristas y fui con Daniela Camozzi, a través de Malu Kruk con quien hicimos un evento con les pibes de No Tan Distintas. Me propuse tomar un taller individual, que es dedicarse más a cada poema: se puede ver cuándo una imagen no está tan clara, verso por verso, palabra por palabra, todas las capas que tiene un poema. En ese momento, aparece el poema Esto no es de festejar, donde yo veo que hay algo oscuro y me siento cómoda hablando de esa oscuridad y pensé: tengo que seguir por ahí, claramente. Empezó a aparecer esa voz más tremenda y Dani me empezó a mostrar las escritoras confesionales – yo a Sylvia Plath, Muriel Rukeyser no las había leído – y me estallaron la cabeza. Muriel daba talleres y proponía decir lo que no se podía decir. ¡¿Puedo decir todo lo que yo quiera?! Ese fue el comienzo.


EF: El poemario está dedicado a todas mis madres ¿quiénes son, más allá del género, tus madres literarias?

KA: En este libro ya mencioné a Plath y Rukeyser, también Hélène Cixous. Después quise incorporar a Susana Thenon que es mi amor eterno, pero no encontré un diálogo para incluirla acá y obvio Camozzi es mi madre. Esas fueron las lecturas que me acompañaron e interpelaron en este recorrido.


EF: Eso nos lleva a otra madre, que es la lengua ¿cómo fue tu experiencia de trabajar con autoras en otro idioma y traducirlas?

KA: La traducción me empezó a interesar en el taller de Bossi. Leímos un poema de Ocean Vuong, un pibe de mi edad de Vietnam que vive en Estados Unidos y pensé: si quiero saber qué se escribe del otro lado del mundo, necesito traducción. Yo no sé mucho inglés, pero al leer a Plath en ediciones bilingües, las traducciones eran españolas y escritas por un hombre, me dí cuenta de que necesitaba una traducción rioplatense y eso me permitió entablar el diálogo, sintiéndolas más cercanas.

De entrada, me costaba leer poetas extrajeras, venía leyendo latinoamericanas y cuando conocí a Plath o Ane Sexton me identifiqué. No sé cómo escapar a la autobiografía…


EF: En tu libro está explicitado lo autobiográfico, de hecho hay tres poemas titulados así...

KA: Está dicho clarísimo, por eso cuando me encuentro con la historia de estas poetas que hablaban de bipolaridad, depresión, intentos de suicidio sentí que sabía de qué hablaban. Podía comprender ese dolor, más allá de lo que me haya pasado a mí. Ese decir y ese idioma del dolor, la crueldad, lo tremendo: ahí es donde me encuentro con estas autoras.


EF: En la lectura de lxs que te acompañaron en este recorrido ¿te encontraste con algo de lo autobiográfico inesperado, algo que no sabías de tus poemas?

KA: No, fue un laburo muy consciente. Elegí la dosis de lo autobiográfico que quise contar, como un lugar seguro. En el proceso me enchinchaba con Dani porque ella le encontraba otro significado a los poemas, yo veía a Alejandra Pizarnik, un ser totalmente oscuro y ella me decía: “acá yo veo esperanza” y yo hablaba de tirarme abajo del subte. Creo que ella tiene un análisis muy agudo y pudimos hacer un trabajo muy profundo, entonces no sé si encontraré lecturas que me devuelvan algo de lo que no me di cuenta.


Foto cortesía Emilce Fernández

EF: Hablemos del poema que es también el título La forma más autónoma del cuerpo.

KA: Es una anécdota real sobre mi madre. Imaginate una mina que empezó a laburar desde que tiene conciencia, que se vino de Salta a vivir a Capital a los dieciocho años para seguir trabajando, a los veinticinco se casó, a los treinta y cinco ya tenía cuatro hijas, una mujer que estaba cansada.

En mi adolescencia, que fue bastante difícil para nosotras porque nos llevábamos muy mal - yo sin saberlo tenía mis primeros episodios depresivos- ella no me podía entender y yo mucho menos, había mucho choque entre nosotras. Recuerdo que una vez me dijo: “yo cuando tenga cincuenta años me voy a matar, porque tus hermanas ya van a ser grandes y no me van a necesitar más”. Como nadie la iba a necesitar no tenía sentido su vida. Se pensaba siempre para los demás y una vez cumplida esa tarea, ya no tenía sentido. Me pareció tremendo. Ese significado no está en el poema pero me marcó mucho y me permitió decir qué opino del suicidio en un poema: poder decidir de la forma más autónoma sobre un cuerpo, decidir hasta dónde vive.


EF: Otros poemas hablan del cuerpo, los fantasmas, la maleza; su lectura global me sugirió un neologismo: cuerpalabra ¿qué puede escribir un cuerpo?

KA: Relaciono el cuerpo con el territorio, con lo recuperado. Las mujeres y las disidencias lo primero que recuperamos es la autonomía del cuerpo y desde ahí podemos hablar de lo que costó, de lo que disfrutás, de lo que conlleva saberse violentado, del orgullo de saber que pese a eso se sigue adelante, del amor que se recibe, del amor que damos, los acompañamientos, las amistades, las experiencias políticas. En ese sentido, un cuerpo puede escribir lo que siente y lo que quiere. Va a depender del ángulo desde el que quiera narrar, porque no está atravesado solo por los fantasmas, las malezas y el dolor, sino también por todo el amor que, si tiene suerte, encuentra.


EF: Hablás de cosas que bordean lo indecible: la muerte, la locura, la experiencia de lo vital ¿dónde pensás que se detiene la palabra, si es que lo hace?

KA: Si escribís desde el lugar del dolor es muy probable de que antes de escribir el poema te pongas a llorar o que lo escribas y a la hora de corregirlo, te pongas a llorar. Todo tiene su proceso: aquello de lo que no tomaste suficiente distancia, las experiencias recientes precisan su tiempo. No hay cosas que sean indecibles, se precisa trabajarlas hasta sentir que eso que escribiste ya deja de ser Kari diciendo y pasa a ser un poema. Denise Levertov sostiene que la poesía es la posibilidad del lenguaje, también me agarro de eso.


EF: No ya una autobiografía sino un poema autónomo de Kari. Eso nos lleva al tema del hecho estético.

KA: Me compré una antología de poetas latinoamericanas y lo hice por una autora en particular: Miroslava Rosales, es contemporánea y trabaja la oscuridad desde un lugar hermoso. Estoy pensando en la continuidad de las poetas confesionales de los años sesenta y cómo se traduce al día de hoy: claramente la escritura va a ser distinta. Somos latinoamericanes, tenemos diferencias contextuales e históricas y eso nos atraviesa. A mí la pregunta que se me hace es cómo este poemario se puede inscribir en una tradición - porque claramente hago referencia a esas poetas - pero también cómo voy de la mano con otras poetas de la actualidad, como por ejemplo Martha Mega que es mexicana y voy explorando que está pasando en Latinoamérica y en qué momento de la poesía estoy escribiendo yo, qué coincidencias hay. Entonces ahí es más claro que no se trata solo de mi poesía y se convierte en el libro autónomo de Kari.


EF: Para que la palabra propia – que nunca lo es del todo – recorra el mundo por su cuenta, tiene que desprenderse de cuerpos ajenos – que nunca lo son del todo - ¿cómo viviste eso con estos poemas que salen de vos?

KA: El recorrido del libro es interesante en cuanto a las madres porque empieza con las Hamacas, un poema donde el yo le pide a la madre y le pregunta con dolor y termina con Kintsugi, en donde hay una reconstrucción y ya no se necesita a esa madre. Dejar de pedirles y volvernos madres de nosotras mismas y empezar a cuidarnos, a reconstruirnos. Entender que nos podemos sostener y darnos ese amor. Este libro me parió, fue algo simbiótico. Nos parimos en un loop infinito.


EF: Este libro recorre la tensión entre lo mortífero y lo salvífico ¿qué de ese proceso controlado de la edición del que hablabas antes te permitió convertirlos en estos poemas?

KA: Voy a repetir un cliché: cuando un poema sale, sale. Te encontrás con eso y luego viene el laburo. El trabajo que hice con Daniela fue controlado pero también me sorprendió. Pude elegir las dosis: poemas de tracción, otros más tranquilos y ver qué es lo que venía diciendo. Nunca me propuse escribir un libro sobre familia y depresión, de hecho el poema Caballo es un texto que tenía tres versos y Daniela me dijo que le parecía que le faltaba algo y me sugirió escribir sin miedo y salió ese poema largo del que estoy muy orgullosa.


EF: El poema Kintsugi con el que cerrás el libro honra las heridas, les da un lugar protagónico.

KA: Ese poema surgió en mitad de la clínica del libro y ya sabía que iba a ser el final porque justamente habla de la reconstrucción: poder ver la historia y aprender de eso. No olvidar de dónde venimos para saber a dónde ir.


EF: La historia tiene un lugar importante en estos textos: ¿cómo soñás que se inscriba este primer libro tuyo en ese linaje de poetas? ¿qué futuro le deseás?

KA: En los textos de esas escritoras confesionales de los sesenta yo no sé si hay textos que hablen de la reconstrucción. Dicen del dolor y no dicen del sanarse. Si bien no hay notas autobiográficas, me doy cuenta de que es un libro complejo en cuanto a que planteo un diálogo con esas autoras. Así que le deseo a lxs lleguen a mi libro que disfruten esas lecturas como las disfruté yo, que les dé curiosidad leerlas si no lo hicieron, que lean a Sylvia, a Muriel, a Cixous, a Daniela Camozzi. Que las vayan a buscar y entren en esos libros hermosos y los lleven al futuro.


Foto cortesía Karina Ardizzone


Karina Ardizzone Nació en 1990, Buenos Aires. Creció en La Reja, Moreno. En el año 2013 empezó a vivir en CABA. Desde el 2018, estudia Licenciatura en Artes de la Escritura en la UNA. Participó en diferentes antologías como: "La risa abunda en la boca de los jóvenes" (Eloisa Cartonera, 2016), ABYA YALA (Revista Descolonizadxs 2018) Antología de Poesía Trava / Trans / No Binarie (Puntos Suspensivos Ediciones, 2019).

Este es su primer libro "La forma más autónoma del cuerpo" (Agua Viva Ediciones, 2020). Actualmente, asiste al taller de poesía de Gabriela Ram, Un Rayo: Escribir en la frontera de los géneros. También participa en + poesía, colectivo de difusión de la palabra poética.


Foto cortesía Emilce Fernández


Sobre Emilce

Emilce Fernández integra el colectivo de poesía itinerante Ciclo Monserrat, colabora con la revista digital No Es Un Sitio De Libros. Su libro H!stérica será publicado en estos días.


> Entrevista realizada por Emilce Fernández, si querés contactarla escribile a emilcef@yahoo.com.ar o en su IG @e1000cef

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