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La intensidad de Marta Dillon

Actualizado: 26 nov 2021

Compartimos las palabras escritas por lx filosofx Vir Cano para la presentación del último poemario de Marta Dillon.

A Martita la conocí, como muches, primero a través de sus textos y activismos; luego por las redes virtuales donde agitamos con amigas tetazos y tortazos allá por el 2012 (si no me acuerdo mal), y finalmente, tuve la dicha de toparme con sus rulos rabiosos, su sonrisa seductora y esa energía pilla que se le sale por los poros de su cuerpo eléctrico y movedizo. A mí me gustaría tener la energía de Martita por un día, para ver qué se siente, al menos por un ratito. Quienes estamos cerca suyo, conocemos esa “intensidad” que la caracteriza y la hace tan única. Esa fuerza que pulsa en sus textos, en sus gestos, en los besos que nos regala en las marchas y en las fiestas, en su manera de habitar las calles cuando son celebración o duelo compartido. Esa intensidad, como no podía ser de otro modo, está también presente en su primer poemario, impresa en un título que no defrauda y anudada a la fuerza de conmoción de sus poesías. Les leo un poema-cuchillo, un tajo hecho de palabras, que nos permite palpar la tesitura de éste su nuevo libro: “Lo peor no es perder

Es haber jugado, esa miseria” ¡Vaya advertencia, amiga, y que el riesgo nos valga! Leer estos textos, tus textos, dejarse atravesar por ellos, por su revulsiva y nada inocente intensidad, supone un riesgo para quien ose y goce de su lectura. Porque la intensidad que nos convida la Dillon, como decía Safo a propósito del deseo, es “una bestia dulce-amarga”, a veces plácida y dadivosa, otras cruenta y devoradora. Marta despliega, con ese pulso sáfico que la envuelve, la ambivalencia constitutiva de la intensidad, ese doble filo que hace del deseo, de las amantes y de la escritura, un sitio donde se tensan las alegrías y los dolores, los cobijos y las orfandades, las caricias y los impulsos más crudos, el deleite y el suplicio. “A última hora, cuando el hijo me pide

su abrazo y beso de despedida antes de entrar tembloroso a las fauces del sueño

camino hacia él en la oscuridad del cuarto

bajo las estrellas artificiales que salvan la luz del día en la opacidad del techo

las tapo con mi sombra me hago gigante me crecen alas soy una mantarraya

voladora que guarda sus dientes para cubrirlo en la cama sin devorarlo. Quisiera blindar esas alas contrala amenaza

del cielo y guardar sus explosiones de ira en mi abrazo metálico

Yo, su malla su reparo

contra la misma violencia que disimulo en ese beso” Es esa naturaleza dual, ambivalente y siempre filosa propia del amor, el eros, la intensidad, y el cuidado, la que mueve la lengua de este poemario, y la que emparenta a Marta con los trazos feroces de Safo. Dice la poeta griega de lesbos: “Eros, el que afloja los miembros, otra vez me sacude, indomable bestia dulce-amarga.” (Safo, fr. 130). Los textos de Marta son la bestia que convida la miel, al tiempo que clava sus garras en la carne para despedazarla. Sus poemas aflojan nuestros miembros (y nuestros miedos), son capacesincluso de hacer rechinar el futuro que cruje entre los huesos del recuerdo: “(...) Rompehuesos Crac crac de vos

me despido” Hace años que me sacuden tus textos, mi querida. Cuando te leo, siento dentro mío el crac crac que advierte un movimiento, incluso un temblor. Deseo con ansias haber anudado algo de mi lengua lesbiana a tu erótica escritural, y sé con certeza que mucho de ella (como la de tantxs otres) ha surgido de leerte, de charlar con vos, de bailar embebidxs en la embriaguez de lo colectivo. Hay algo tan tuyo en este libro, como los intermitentes dibujos de tus tatuajes (según me contó una pajarita llamada Bernardita) que se mezclan con tus versos,con sus vacíos, sus pausas, sus interrupciones y sus silencios. Pero también hay algo distinto en esta poética tuya. Una nueva intensidad escritural, un territorio que en el despojo de sintagmas y continuidades, encuentra el compost en el que germinar un erotismo más revuelto, un habla tartamuda y desafiante, un recoveco para una voz trémula y reverdecida. Fue un gusto (y un desafío) encontrarme con escritos que se adentran en las fauces ambiguas del deseo y de lo común de una manera distinta a la que explora tu prosa pródiga de notas, ensayos, crónicas y provocaciones varias. Aquí, en tus poemas, hay una porosidad nueva, un tono particular que abre un umbral sinuoso en el que la entrepierna de las amantes se enrieda con el cartel enlozado en una tienda de antigüedades, y los dedos se estiran para palpar las cortezas anfibias de los bichos y los refugios compartidos. Las barras y los espacios en blanco traen el respiro necesario para resistirlas embestidas de una escritura corrosiva y henchida de promesas. Y nosotrxs, les lectores, nos entregamos al embate caudaloso de tus poesías.

En los poemas de Marta, el intenso eros son “los pies firmes las rodillas dobladas/ las manos en los pies/ los codos en jarra”, y también “La ansiedad de nombrar ese/ punto tancerca de tu cérvix/donde abro las esclusas como un tomero”. La intensidad está en la piel que se comparte, en los celos que asoman como un pichón inquieto que viene a aguar la fiesta, y en la celebración deseosa de las cicatrices, el destierro que hiere, la insurrección de un cielo compartido, la guerra desgastante, el guiso que reposa en un plato sobre las rodillas, el drama, la tragedia y una noche en bici “desde Villa Urquiza a Colegiales, a las 1.30 am”. Porque el intenso eros, como sabían los griegos y también Martita, son los besos, los “flujos atrapados en las manchas”, las pieles ardidas, el hilo de baba, pero también “la brea sobre el asfalto bajo el sol”, “una pelota, clavos y martillos”, el terror, el desamor, el desgarro inevitable. Como escribe Marta en un poema, que marca el pulso de todo su libro, aquí el ensayo escritural arriesga (y cito) “desear entre el cuidado y el daño”, en esa dualidad que atraviesa toda vida, toda muerte, todo acontecimiento. Quien quiera deleitarse con los dones placenteros de la intensidad, no podrá esquivar el roce áspero ni el gusto agrio que muchas veces porta consigo. Y quien quiera saborear la poética de Marta, deberá estar dispuestx a experimentar la suavidad y la exuberancia, la caricia y la herida, la calidez y la violencia de su escritura bestial.


Y gracias, martita, por la entrega de palabras, por las tripas de tus textos, por su intempestivo y dulce-amargo movimiento.



Sobre Vir Cano 
Vir Cano (Quilmes, 1978) filósofx, docente, activista lesbianx y feminista. Se desempeña como profesorx en la UBA, la UNLA y la UNTREF, y como investigadorx adjuntx del CONICET. Autorx de “Ética tortillera. Ensayos en torno al ethos y la lengua de las amantes, y Nietzsche”; co-autorx junto a Judith Butler y Laura Fernández Cordero de “Vidas en lucha. Conversaciones”, y compiladorx de “Nadie viene sin un mundo. Ensayos sobre la sujeción e invención de unx mismx”.
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