Reseña sobre el poemario Mi planta de ajíes de Timoteo Rinaldi (Gerania, 2021).
Por Marcelo Barzan.
El hueco y los tiburones, el poema que busca el cielo y el poeta-jardinero son algunos de los elementos que trabaja con precisión Timoteo Rinaldi en su segundo poemario.
Me encontré con este poemario en la presentación de otro libro de la editorial. No recuerdo cuál fue el verso leído a las apuradas mientras pasaba las páginas, que me obligó a llevarlo.
Hoy puedo decir que agradezco ese encuentro “El pozo más grande del mundo/no está en mi jardín/el pozo más grande del mundo/está en mi pecho” se puede leer en el primer poema. El pecho es como la tierra, el amor es como una planta, algo que crece y que le puede dar sentido a ese hueco. El poema se parece también a una flor, lo que nace en las profundidades y se eleva. A medida que avanzamos en la lectura se repetirá esta búsqueda hacia lo alto que es adonde apuntan las plantas en su crecimiento, lejos de las profundidades, donde están los tiburones, donde no hay amor.
Enseguida, en el segundo poema se introduce otra de las claves del libro, la indagación sobre la tarea del poeta “Una hormiga/flotando en un balde de miel/es una nadadora perdida//Mi tarea es buscar/ese amor hundido/en la miel”. En estos versos se plantea la tarea del poeta como la de rescatar o mostrar lo que está destinado al fracaso, lo que no tiene sentido.
Verso a verso con unos poemas que en general no superan la página de extensión, con un verso libre que pide una lectura pausada como de siesta en un pueblo en verano o como el crecimiento de las plantas, también con humildad –no encontrará el lector grandes estridencias ni imágenes rebuscadas– y me animo a decir que con la paciencia y la constancia de un jardinero que sabe que hay un momento para sembrar y un momento para cosechar, va tejiendo Timoteo una indagación sobre el amor “Ahí también/me enamoré de la caída/de correr hondo hacia el bosque/y escapar//pero luego aprendí/a quedarme/a regar las plantas del jardín/a no perderme nunca/o casi nunca/el beso de la mañana”, el vacío, la forma de llenarlo –una palabra de la chica que le gusta, un ají para llevarse al pecho, una caricia del sol son algunas de las posibilidades que concibe–, la utilidad de las cosas inútiles y la función del poema.
Promediando el libro aparece otro elemento, quizás otra respuesta ante el vacío: el fuego. “¿por qué no apagás el fuego?/¿por qué jugás así con la llama?/¿por qué reís cuando quemás la ropa?”
Si el amor, el jardín y el poema son formas eróticas, creadoras, de lidiar con el vacío, lo piromaníaco aparece como una contracara: el peligro, no poder con la tentación de incendiarlo todo. Este impulso hacia la autodestrucción vuelve a aparecer bajo diferentes formas en otros poemas: en la espera sin miedo en la tormenta, en el deseo de nadar con los tiburones.
Después de esta serie, que se llama “Mi planta de ajíes” igual que el libro y que ocupa la mayor parte de su extensión, aparece “Elejías para el gorrión”, una sucesión de cinco poemas que no desentonan, manteniendo el ritmo y el tono de la primera.
Para finalizar, puedo decir que este poemario de Timoteo Rinaldi es una búsqueda y una pregunta acerca de las formas de llenar un vacío, la tensión entre las fuerzas creadoras que empujan hacia la superficie, hacia lo elevado y las fuerzas autodestructivas. Todo esto está construido hábilmente a través de un ritmo que se sostiene durante todo el libro e imágenes frecuentemente habitadas por la ternura, sin caer nunca en lo cursi. Hay también en este sentido un rescate de lo pequeño, lo débil, lo insignificante y hasta lo que parece ser inútil. Es sin duda una lectura que he disfrutado y que puedo recomendar enfáticamente.
Sobre Timoteo
Timoteo Rinaldi nació en Buenos Aires, 1997. Es estudiante del Profesorado Universitario en Letras de la UNSAM. Publicó «Estadía en el polo norte» (Alción, 2019) y participó en «Otras nosotras mismas: homenaje a Olga Orozco» (Agua Viva, 2020). Asiste a los talleres de Osvaldo Bossi y colabora con la organización del ciclo de lecturas El rayo verde. Co-dirige junto a Alejandro Lastra el blog Cartas para que la alegría.
Sobre Marcelo
Marcelo Barzan nació en Concepción del Uruguay, Entre Ríos, el 26 de septiembre de 1984, dónde estudió Ingeniería Civil, carrera en la que se graduó en 2011.
Desde 2013 está radicado en la ciudad de Buenos Aires y desde 2018 hace talleres de escritura. En 2020 publicó Dibujos en la tierra, su primer libro de poemas a través de la editorial “Halley Ediciones”. Actualmente está cursando la carrera “Licenciatura en Artes de la Escritura” en la Universidad Nacional de las Artes.
> Reseña escrita por Marcelo Barzan. Si querés contactarte con él, escribile a marcebarzan@gmail.com
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