“La chispa de las cosas es un libro sensorial, un libro donde las cosas inanimadas se avivan para darle movimiento al mundo, un libro donde, además, la chispa de las cosas alumbra las injusticias que permanecen en la sombra de la existencia”, comenta Misael Castillo sobre el libro de Mariana Robles.
Foto: Cortesía Misael Castillo
La chispa de las cosas es un libro de Mariana Robles, que cuenta con ilustraciones de María José Cabral, editado por la editorial entrerriana Azogue Libros. En este libro encontramos el hilo conductor a partir de un juego epistémico que trabaja con la mirada de las cosas que se van encendiendo con la lectura.
La chispa de las cosas es un libro cuyo impacto pareciera estar en animar lo inanimado. Es evidente que cuando pensamos en –las cosas- estamos pensando en objetos, o entidades, cuya realización consiste en el desvanecimiento. El yo poético pareciera inconforme ante esa perspectiva del mundo y nos invita a un recorrido donde veremos una movilización en la sensorialidad. En el primer poema aparecen los objetos en movimiento, con una postura clara que es la de ser los generadores de acciones. La potencia de la mirada estética radica en la construcción de un modo de ver poético donde la autora se permite la transgresión del mundo estructurado y adultocéntrico:
“Una hilera de esculturas decora/ el museo, todas ellas copian/ un original imposible y lejano”. Y continúa: “El conocimiento inventa/ una coreografía impertinente/ entre arquitectura y muerte”.
La arquitectura carga con la pulsión de muerte, pero eso no deja de ser un sentido preestablecido. El yo poético no tiene intenciones de dejar morir a las cosas que agonizan ante nuestra seriedad. Es posible pensar, a partir de la lectura, en la interpretación del Flaco Spinetta del tema "Las cosas tienen movimiento".
Uno de los motivos fundamentales en este libro son las pequeñas cosas que parecen inútiles pero que trabajan para la sensorialidad. Lo lúdico aparece en la mirada. Lo inútil siempre tiene una carga que atraviesa la mirada como un pulso que regenera la vitalidad del transcurrir: “Mi sombra se alarga sobre la tierra/ buscando esa química de las cosas”. La repetición de la mirada no debería matar a la mirada misma. La poesía, en estas circunstancias, es un modo de reivindicación de la trascendencia de lo inanimado: “Todo se encoge en el límite de mis ojos”. ¿Qué mirada es esta que hace encoger los ojos? Aparece, en los poemas de la autora, una suerte de metafísica de la mirada, como si fuese una promesa, o un milagro, que recorre la tierra junto con los cuerpos para que la vida no sea pura inercia.
Por otro lado, acentúa la idea de la mirada como una entidad viviente que va transformando las cosas conforme van apareciendo. En el poema "Un guía en el museo" aparece no solo lo visto, sino la transformación de la experiencia a través de la mirada inocente. En relación a quien observa plantea: “Su cara no tiene rasgos definidos/ se transforma en cada sala”.
Cada sala refiere a cada una de las habitaciones del museo y es importante mencionarlo debido a que dentro del campo semántico adquiere una relevancia importantísima. El museo es, generalmente, y desde el sentido común, ese lugar donde las cosas, que tuvieron movimiento, mueren. Esta pareciera ser una de las luchas que da el yo poético, intentando desacralizar dichos objetos para encenderlos. En este sentido, aparecen las ilustraciones de Maria José Cabral que acompañan al poemario y construyen otra semántica por medio de su capacidad de mimetizar con lo dicho a partir de otro lenguaje. Sin dudas, la chispa de las cosas está -también- en ese juego entre la imagen y la palabra.
En otro orden de cosas, el segundo –apartado- “Tres mujeres planchadoras”, se une a La chispa de las cosas en vínculo con la mirada. De alguna manera, el yo poético intenta reflejar aquello que aparece como -suspendido- en el sentido común. Nos ofrece, por medio de la palabra, una mirada que rompe con la naturalidad de lo injusto. La postergación del reconocimiento en la fuerza de trabajo es lo primero que la autora alumbra con sus textos: “las escucho cantar/ las observo bordar o trabajar/ Persisten día a día en los recovecos/ de la estirpe”.
Al parece, también, una reivindicación de la humanidad y, en consecuencia de la feminidad. El yo poético plantea: “No siempre/ persisten, en su forma más humana/ brotan y se marchitan/ se encienden o se apagan”.
En ese sentido, pareciera que la autora plantea un sobreponerse al discurso y que las mujeres que ella observa puedan sobrepasar el límite de lo que la propia cultura les exige, es decir, dejar de ser buenas mujeres para ser mujeres.
Finalmente, en ambos apartados, aparece la infancia como un punto de partida del conocimiento. Por momentos, pareciera, que el yo poético añora ese modo de mirar que se pierde con la productividad del mundo adulto. Lo onírico aparece a lo largo de todo el poemario como un punto de partida para la reivindicación de la mirada improductiva. La chispa de las cosas es un libro sensorial, un libro donde las cosas inanimadas se avivan para darle movimiento al mundo, un libro donde, además, la chispa de las cosas alumbra las injusticias que permanecen en la sombra de la existencia.
>Poemas
Una hilera de esculturas decora
el museo, todas ellas copian
un original imposible y lejano:
nichos de ladrillos alojan hieráticas figuras
Platón, Virgilio, Buda, Santa Clara,
una mujer del paleolítico y Gutenberg.
Algunos ocupan sus arcadas
entre la cabeza y los pies
otros suman espacios vacíos
a la oscuridad infinita que los rodea.
El conocimiento inventa
una coreografía impertinente
entre arquitectura y muerte.
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Cada forma encierra otra forma
irregular o simétrica; las manchas
de óxido, por la vejez de la pintura
tienen células de sol, ojitos
que miran desde esa materia inerte.
Mi sombra se alarga sobre la tierra
buscando esa química de las cosas
y desde allí me encierra o yo a ella
eso es algo que aún no sabemos bien.
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Un guía en el museo
Sigo sus pasos por extensos pasillos
donde una selvática composición
se fue tejiendo con los años y
donde ya no entra ni un alfiler,
un pétalo o su sombra, ni los espejos
logran arrojar sus rancios reflejos
apenas algunos sonidos resuenan
en ese santuario cubierto de polvo.
Su cara no tiene rasgos definidos
se transforma en cada sala:
entre peces y caracoles se torna pálido
entre las mariposas de color azul o verde
más adelante, con las momias y huesos tiembla
una colección de relojes lo detiene y tambalea
en la sala de vestidos y zapatos
sus gestos femeninos se enfatizan y un útero
enorme titila en el centro de la tierra.
Entre los exhibidores de piedras y minerales
se endureció como mirado fijamente por Medusa
pero en la maquinaria improductiva de desechos
sus pasos apresurados no dejan huella
y cuando intento partir, oscuras
plumas nacen en mis brazos.
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Amalia trabajaba en un taller
de planchado, día a día
sus movimientos pronunciaban
una meditación monótona,
una dimensión corporal
que se reiteraría en sucesivas
generaciones. Mi abuela y mi madre
recurrirían a ese gesto conocido
y heredado para sobrevivir;
pero también, descubrirían
el exceso, la condición singular
de una realidad irrefutable.
Sobre Mariana
Mariana Robles nació en Buenos Aires en 1980. Es artista visual y licenciada en Filosofía. Escribe sobre artes visuales y poesía. Entre otros libros, publicó: "Línea de Atlas" (Alción, 2010); "El árbol de los reflejos" (Biblioteca Córdoba, 2013) "Constelación Escarlata Turquesa" (La Sofía Cartonera, UNC, 2013); "Los niños de Renoir" (Editorial Nudista), "Alfabeto de la noche" (Borde perdido 2017); "Tres mujeres planchadoras" (La Sofía Cartonera), "El nacimiento de lo extraño" (Cartografías 2020). Trabaja en el Museo Caraffa y como docente en la Escuela de Bellas Artes (UPC).
Sobre Misael
Misael Castillo nació en Tostado, Santa Fe en 1993. Es poeta y estudiante del profesorado en Lengua y Literatura. En 2019, publicó el libro "Robarle al cuerpo lo que está de más" (Presente ediciones).
> Reseña realizada por Misael Castillo, colaborador de +P. Si querés contactarte con él, escribile a misaelcastillo.1972@gmail.com
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