Entrevista a Pola Gomez Codina a propósito de la publicación de su primer poemario De fondo suena siempre Whitney Houston, Salta el Pez Ediciones.
Foto: Juan Pablo Hidalgo
+P: ¿Cómo fue tu primer acercamiento a la poesía? ¿Tenés alguna anécdota o recuerdo de ese momento que nos puedas contar?
Pola: Mi primer acercamiento fue a través de un concurso de poesía en mi escuela. Yo estaba en tercer grado así que calculo que tendría entre 8 y 9 años. Le escribí un poema a la Luna (risas). El poema fue un éxito y desarrollé confianza así que después empecé a participar en los torneos juveniles bonaerenses en la categoría poesía. En esa época, me tomaba la escritura de poesía de manera muy seria, como una atleta dedicada. Leía mucho, escribía sonetos en cuadernos con índice y prólogo. Era un aparato total, básicamente. La escuela y muchxs docentes me acercaron a la poesía. Supongo que -en ese entonces- empezó mi amor hacia las consignas de lectura y escritura. Siempre fueron para mí un impulso hacia otros estados, generaron cambios y aperturas de mundos, las consignas y sus mediadores. No sé qué hubiera sido de mí sin esos “primeros acercamientos” a la poesía. Me proveyeron un sistema para ver el mundo, sin el cual me resultaría muy difícil todo.
+P: ¿Por qué poesía y no otro género?
Pola: Supongo que es poesía y no otro género porque es lo que me sale. A veces, puedo incluso pensar que estoy haciendo otra cosa, pero al final es siempre poesía. La libertad del género poético me resulta absolutamente seductora. De todas formas, me gusta mucho la no-ficción, escribo crónicas y diarios. Últimamente, también me siento atraída- después de un seminario que cursé con Alejandro Tantanián- por la dramaturgia.
+P: ¿Siempre tuviste el deseo de publicar?
Pola: No, no siempre tuve el deseo de publicar. Hubo un momento de mi vida, allá por el comienzo de la primera parte del 2000 (corralito, crisis económica y social, casa de mi familia hipotecada), en que me distancié de la idea de publicar un libro. Publicar implicaba dinero y yo no tenía dinero. Tampoco conocía mucha gente que escribiera y leyera poesía, no sabía de las opciones, como es el caso de las editoriales independientes que apuestan a escritores inéditxs, ni leía mucha poesía contemporánea. Era todo muy extraño en esa época... El deseo de publicar no estaba en mi cabeza. Había participado en algunas antologías colectivas y en revistas, eso sí. Pero el deseo fuerte llegó alrededor de los 30, cuando logré acomodar mis horarios de trabajo para dejarme un día libre en la semana, el jueves (mi día fuera del tiempo) y, entonces, ser poeta volvió a ser una posibilidad en mi cotidiano. Siempre tuve la sensación de que tenía cosas que podía publicar… Escribía algunos poemas por año, pero sentía que me faltaba el tiempo necesario para corregir, para podar, para hacer que valiera la pena que alguien comprara ese libro (¡por lo menos por el esfuerzo!) y para todas esas cosas se necesita tiempo.
+P: Me gustaría que nos contaras cómo surge “De fondo suena siempre Whitney Houston” ¿Era un proyecto que tenías en mente o fue algo que se fue dando?
Pola: El libro empezó como una serie de poemas en torno a cosas oídas al pasar, en la calle, haciendo las compras. Pero también en conversaciones con amigxs y familiares. Esos momentos que te hacen “parar la oreja” porque sentís que lo que oíste es hermoso. Esos puntos de inflexión. Cuando noté que tenía más de diez sentí que era posible pensar un poemario desde ese lugar y me gustó la idea.
+P: ¿Cómo fue ese proceso de escritura?
Pola: Fue en un contexto de volver a esa infancia de mediación de la poesía. Quiero decir, el libro es la culminación de mi trabajo de clínica y taller con Florencia Fragasso y Osvaldo Bossi. Muchos poemas surgieron en torno a intercambios que se suscitaron en el taller de unx u otrx, o de ambos, ya que asisto a los espacios de lectura y escritura que lxs dos ofrecen desde hace tiempo. También mis amigxs, poetas o no, tienen mucho que ver, sus lecturas, sus poemas, modificaron mucho mi forma de escribir poesía. No hay nada que supere esa escucha atenta y amorosa que te permite distanciarte de lo que escribiste, oírlo de otra manera.
+P: ¿Podrías mencionar algún poeta que te haya marcado o influenciado en particular?
Pola: Es difícil nombrar unx solo pero si tengo que responder de esa manera, pensando en una influencia “particular”, debería decir que María Teresa Andruetto. Leerla, conocer su poesía, a la que ingresé a través de su libro Cleofé, fue una especie de confirmación, tan necesaria, de lo que yo quería (intentar) hacer. Terminé de leerlo mientras me bajaba de un colectivo y caminaba hacia mi casa, no podía dejar el libro. Hay una destreza en la forma, en las posibilidades del género que el libro pone al descubierto, que admiro mucho. Después, fui a otros libros de ella y, por suerte, hace poco salió por Ediciones en Danza su obra reunida. Pero bueno, es eso: su forma de mixturar las voces, ese pastiche, la forma en que construye sus encabalgamientos, la aparente simpleza de su sintaxis, su uso de lenguaje coloquial, me resultan inspiradores.
+P: No pude evitar notar que la música está muy presente en tu poemario y no me refiero solo a la musicalidad propia del género. Ya desde el título, hasta el epígrafe introductorio de Nicanor Parra y, también, en muchos de tus poemas hay alusiones a este universo. Por ejemplo: el cassette de Silvio Rodríguez o en el título de uno de los poemas “Un poco de amor francés”¿Qué significa la música para vos? ¿Podrías decir que la música es uno de los hilos conductores de esta obra?
Pola: Vengo de una familia de músicos. Mi abuelo, Higinio Gómez, fue un gran músico paraguayo. Mi Hermana es cantante folclórica. Mi mamá y papá también cantan. Mi compañero toca (muy bien) la guitarra y yo hago canciones, a veces. Toco la guitarra y canto, no sé si lo hago bien o mal, sé que lo hago, nada más. Para mí no hay una diferencia muy clara entre un poema y una canción. Creo que son procesos compositivos muy parecidos y si escuchás leer a un poeta en voz alta es más fácil comprender que el poema es música.
+P: Noté también que muchos poemas tienen como protagonistas a personas allegadas a vos, me refiero tu familia (mamá, papá, tía, hermana) y al terminar la lectura una se queda con la sensación de tener algo cálido entre manos. Quiero decir, lo afectivo está muy presente en tu obra y no sólo en esos retratos y escenas familiares, sino también en el gesto de mirar a los perros en el sillón, prepararse un té o germinar plantas... ¿Cómo fueron apareciendo estos personajes en tu escritura y cómo terminan formando parte de la celebración de este libro?
Pola: En un momento la serie mutó, pasé del registro de voces externas al registro de voces internas, a una escucha de mis recuerdos. Ahí aparece esa “música del pasado”, ese mundo de los afectos de determinada época de vida. Y, luego, hay como un salto hacia el presente, pero el principio constructivo se mantiene (creo).
+P: La mirada afectiva de este yo poético que se posa -siento- sobre todo lo que toca, tiene también unos momentos de introspección muy deliciosos. Creo que esto no solo acrecienta la sensación de calidez, sino también exhibe un yo lírico que -por momentos- quisiera intentar algo pero elige quedarse más bien de observador o simplemente no quiere intentar nada y deja que las cosas pasen... ¿Sentís que esto es así? ¿Cómo se conectan estos poemas con el conjunto?
Pola: Y con respecto a ese yo poético que parece que quiere pero no intenta nada y se queda como observador, me parece hermoso cómo lo decís: dejar que las cosas pasen, a través y a pesar de unx, agregaría yo quizás. Creo que es eso. Esa oscilación o ese correrse del centro para que otrx tome la voz cantante, otra persona, otra experiencia, otrx. En ese correrse -siento- está lo poético, como si fuera (pensando en términos musicales) una bajista y no la guitarra principal.
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> Entrevista realizada por Carolina Martin, integrante de +P. Si querés contactarte con ella escribile a carol.martin@live.com.ar
Hermosa revista, lxs felicito, grandes poetas y excelentes descubrimientos como las traducciones de Daniele Pascale. Gracias por la luz!