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El libro transita un duelo colectivo

“Tierra suelta” es una novela escrita por Melina Cavalieri publicada por Editorial Malisia durante esos primeros meses de incertidumbre del 2020. Stefi Agoglia nos introduce en esta obra.

Foto: Cortesía Stefania Agoglia


La sinopsis nos presenta al libro más que nada como un regreso, a un pueblo, a viejos amigos pero sobre todo a las ausencias. También nos advierte: “Tierra suelta es ficción. Sin embargo, podría ser perfectamente posible este mundo donde los personajes se vuelven entrañables y resulta fácil imaginarlos deambulando por las veredas de cualquier pueblo, en cualquier tiempo”.

“Bienvenidos a Moquehuá” dice el cartel que lee Mariela desde el micro. Unos dos kilómetros más adelante se baja, con las pocas cosas que necesitaba traer de su pasado, en la capital para volver a su pueblo natal. Busca, con la mirada, alguna cara conocida, pero se da cuenta que nadie vino a recibirla como solía hacer su papá, entonces se calza la mochila y camina. “Lo primero que percibo es el olor a tierra. A campo. Y se me alegra la sangre”. Mariela se vuelve a la casa de su infancia, después de que sus planes no salieran como esperaba, pero sobre todo por la muerte del Taco, como le dicen por aquellos lares a su papá, una de las personas más queridas del pueblo.


“Pasan las calles y yo pienso en mi padre. En mi padre de la niñez. En la tranquilidad que me daba llegar de la escuela y saber que él andaba por ahí o por el aserradero o capaz que por estas mismas calles que recorro hoy, que andaba y que en cualquier momento podía venir, convidarme un mate y hacerme sentir grande (…) Estar con mi padre siempre fue una bienvenida. Me doy cuenta ahora. Todo el tiempo una bienvenida”.


El libro recorre vías de trenes abandonadas, con vagones oxidados, ranchos a la luz de la luna bien llenita, bares de mala muerte, calles y calles de tierra suelta. Por todos estos lugares, caminan personajes caleidoscópicos, que no sabemos muy bien desde dónde reflejan sus luces y sombras, pero las vemos proyectadas, finalmente, en su relación con Mariela. Estas historias se unirán en torno a la muerte de uno de ellos, un amigo de muchos pero al final del día, simplemente, el padre de nuestro personaje principal.


Protagonista y autora comparten lugar de origen, por este motivo, le preguntamos cómo se hacía para escribir sobre un lugar tan conocido a sus ojos como lo es el pueblo de la infancia, cómo alejarse lo suficiente para describirlo para otrxs: “En realidad el Moquehuá de la novela es mi Moquehuá, es decir, el que he extrañado, el que he imaginado desde la distancia, el que sentí cuando era chica, el que viví con todos mis amigos, el que se perdió cuando me vine a vivir a La Plata, cuando se murió mi padre y tantos otros, en fin. El Moquehuá de la novela no creo que exista, o sí, existe en la novela. Por eso no sé si tuve que alejarme para representarlo o nada más ir juntando pedacitos como un rompecabezas para que quede armado”.


Con la llegada de Mariela, el pueblo quiere homenajear al Taco en una gran fiesta en la plaza principal, pero ella siente que, de alguna manera, el constante recuerdo de quienes la rodean no la deja olvidarlo. El olvido no como anestesia de un pasado impregnado en su presente, sino que un olvido dirigido hacia ese último suceso. La muerte. “No es que pueda pero estas cosas me lo traen todo el tiempo. Para mi es la muerte la que aparece, la ausencia, el no abrazo. Esta fiesta que estamos preparando no hace más que recordarme todo el tiempo que está muerto.” Entonces junto con este grupo de viejos amigos que le dejó su padre, ella intentará transformar ese dolor punzante en un llanto compartido. Lágrimas que entremezcladas en la multitud esperan ser agua de siembra para seguir adelante.


“Caminamos por la calle porque la vía es muy angosta, la tierra suelta forma remolinos que de vez en cuando nos envuelven. Se nos mete en los ojos y en la boca mientras Garín reniega de la falta de agua. Siempre me asombra la mezcla de tierra y viento. Desde la vez en que mi padre dijo que los muertos se hacen aire, el aire que respiramos. Una tardecita de martes, mirando el cielo violeta, lo dijo. Por eso imagino que llenarme de tierra es llenarme de gente, de historia. Y sonrío”.


En esa misma entrevista que hicimos con Melina también nos comentó sobre el proceso de escritura del libro: “La novela llegó después de un tiempo largo de no escribir, hubo muchos años de silencio, antes de ella, donde los personajes se fueron amontonando hasta que un día empezaron a gritar tan fuerte que los tuve que dejar salir. Tierra suelta fue escrita a modo de homenaje, de volver a arremeter contra el olvido y esas cosas y, aunque los personajes respetaron poco de lo que tenía pensado en un comienzo, me parece que logró su objetivo. Al principio, fue bastante caótico porque no soy muy ordenada para escribir, se me iban ocurriendo pedazos que no tenían nada que ver con el orden cronológico y, por ejemplo, tenía escrito el final bastante tiempo antes de terminar la novela. Por suerte, gente con mucha experiencia y que admiro me fue guiando en ese proceso”.


El libro transita un duelo colectivo, pero sobre todo el de Mariela. La historia avanza con ella, de a poco, por ese camino tan difícil que solo comenzará a cicatrizar cuando lo pueda compartir con otros. Cuando por fin logre perdonarse el abandono, el egoísmo de irse sin mirar a quienes dejaba atrás, cuando se enfrente a todo eso que la aterra y descanse en las personas que tiene alrededor, recién ahí es cuando empieza una nueva etapa en su vida. También el permitirse sentir otras cosas más allá del desamparo, disfrutar a sus amigos, su nuevo trabajo y por qué no enamorarse. Entre tanta cara conocida, y pasado en común, ese extraño que llega con una ternura que creía perdida, le dará la posibilidad de reinventarse en su mirada ajena.


Me enamoré completamente de esta novela. Uno de esos descubrimientos al azar que entre tanta bruma refrescan el aire. La ambientación, los personajes, la pluma de Melina Cavalieri, todo es increíble. El estilo melancólico que nos acompaña toda la historia nos envuelve, pero también engaña porque nos despierta de su ensueño con ese último baldazo de agua fría que será el final del inicio para otro duelo. Me sorprendió lo mucho que me enganché con estos personajes por el poquito tiempo que pude pasar en su historia y, sin embargo, la lectura dejó un enorme impacto en mí. La autora crea un pequeño desfile de situaciones y habitantes que, realmente, podrían existir en cualquier pueblo de la Provincia de Buenos Aires. Realmente, fue un placer haber recorrido sus páginas.


“Capaz que todos tienen lugares donde le pasan cosas importantes y no saben. Mirá si una persona tiene un lugar para cada otra persona que conoce en la vida. Ponele, vos y yo acá, vos y tu mama en otro lado, Salvo y yo en otro y así. Mirá si solo tenemos que encontrarnos en el lugar justo y nomás darnos cuenta para que todo lo que pase pueda entenderse, te imaginás que lindo sería. -Estaríamos todo el tiempo buscando lugares- comento. Sonríe.- Puede ser… Lugares en donde no haya miedo… ”.



Sobre Melina

Foto: Cortesía de Melina Cavalieri

Melina Cavalieri nació en Moquehuá –provincia de Buenos Aires- pero vive en La Plata desde los 17 años. Ahora con 46, trabaja de empleada administrativa mientras cursa el tercer año de una tecnicatura en biotecnología, como dice ella “a modo de saldar una cuenta pendiente conmigo”. Su paso inicial en la escritura, como una forma de no olvidar a personas y lugares, fueron aquellas primeras historias que su familia amaba contar. Las anécdotas familiares protegidas del paso del tiempo en un papel. Desde ese momento, Melina ha recibido distinciones en concursos y algunos de sus textos fueron publicados en diferentes antologías. A fines del año pasado publicó su primera novela “Tierra suelta” .


Sobre Stefanía 
Stefania Agoglia nació en Buenos Aires en 1995. Estudió periodismo en la USAL pero se considera en constante aprendizaje del oficio. Escribió artículos sueltos para algunas pasantías, concurrió a varios talleres de festivales, en Casa de Letras y revistas como Anfibia; fue librera por unos meses en Cúspide; y lo más importante, es parte del proyecto  “Somos Historias” una página en donde se difunde y crea contenido literario-periodístico o eso intentan.  

> Reseña escrita por Stefania Agoglia. Si querés contactarte con ella, escribile a stefiagoglia95@gmail.com

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