Reseña de Marina Cavalletti sobre "Todos los poemas son poemas de amor" (Azul Francia Editora) de Mariana Kruk.
Un libro completamente amarillo, para resignificar ese color, mucho más allá de la alegría prefabricada de algún partido político neoliberal. Absolutamente amarilla.
Así es la tapa del poemario más reciente de Mariana Kruk, publicado por Azul Francia en 2020: “Todos los poemas son poemas de amor”. El título rompe en blanco con la gama soleada y se asoma como una sentencia que desafía a quienes tildan de cursi al sentimiento más potente del planeta.
Cuarenta y cinco poemas breves, intensos, que escapan a lo obvio sobre el amor y abren siempre aristas inesperadas. Antes, un epígrafe de Joaquín Sabina: “Ahora que nada es urgente/que todo es presente/ que hay pan para hoy”. Desde allí, Kruk planta bandera, se posiciona y retoma aquello del “Manifiesto” de Nicanor Parra con la poesía como alimento de primera necesidad.
“Hay días en que siento/que algo va a romperse (…) es el silencio/me digo”, se lee en las primeras líneas del itinerario. Y esa pausa, esa reflexión sobre la ausencia de frases, es un amague, un ensayo para tomar impulso y repasar, para arrimarle a la poesía, para contar la propia historia aún desde el llanto o la oscuridad de lo que fue.
Mariana no sólo dibuja bocetos de amor, cristaliza la imperfección evidente pero obturada del material que se edita, ese que reconoce porque ella misma es responsable del sello Halley ediciones. Y claro, todo recorte es subjetivo.
En seguida, busca algún tótem entre las letras, para probar con otra cosa porque el ateísmo no funciona: “digo/ si Dios quiere/ como si fuera una apuesta, /una estrategia/ tal vez”. Y, sin solución de continuidad, enumera “Consejos”: “nunca le digas a nadie /contá conmigo para lo que sea, / a no ser que estés dispuesto/ a lo que sea” o “nadie debería/ pasar por esta vida/ sin haber leído/ a Mario Trejo”.
Después, lo cotidiano de un diciembre gastado, desconocer “el uso de esa cosa/ mitológica/ que algunas personas/ llaman paraguas”. Kruk viaja por el agua, por la lluvia como persistencia, por mar como promesa o compañía y, además, retrata al insomnio nunca abstracto, al bostezo por aburrimiento del tiempo que no vuelve. Mariana es una poeta que mira.
Puede pensarse en este libro como un cubo Rubik donde todas las caras parecen amarillas, pero no lo son, donde todos los poemas son de amor, pero a lo mejor no, o no estrictamente en el sentido clásico, romántico, amoroso, patriarcal del término.
Hay un escenario donde chica se enamora de chico y viceversa, y fundan algo propio. Ella escribe: “el amor/debe ser esto. // llega el sol /y seguís brillando” o “qué libro/cuál canción/apagará el incendio/ si el papel, las cuerdas/tus besos y los mapas son/aparte de todo lo que son/productos inflamables”, pero también hay un vértice metapoético, un andar y desandar el oficio de escribir. Entonces aparecen las preguntas sobre los versos que perdemos, sobre estrofas que sostienen o contienen, sobre cierta relatividad lectora.
Esto es, un Rubik sobre el amor y más allá también: sobre el hacer, rearmar y rehacer con la palabra. ¿Qué es crear?, ¿cuántos los intentos, las pulsiones hacia las rimas o las formas libres? Tal vez, como respuesta en construcción, nace eso que sucede cuando, en los días más olvidables, “se cuela” o “está servida” la poesía, cuando “Todos los poetas somos creyentes”, porque “No se puede escribir un poema sin fe”. Es que, parafraseando a Charly, la poesía o el arte son, en el fondo, “parte de la religión”, una cuestión de creencias. Esto es, no adorar estatuas y templos, sino confiar en lo invisible, en las palabras que vendrán, certeras o no tanto, a darnos un poco de luz, un poco de amor “al final del día”, en medio del caos.
Sobre Mariana
Mariana Kruk nació la madrugada de un martes de lluvia torrencial, en 1983. Escribe poesía desde que tiene uso de razón. Publicó “Hasta la última uva” (Otro Contar, 2011), “;igas” (Otro Contar, 2012), “Piromanía” (Cartonerita Niña Bonita, 2013), “Ninguna nuez” (Textos Intrusos, 2013) y “Abrileando” (Cacto Editorial, 2014) , entre otros. Escribió el unipersonal “EL último poema” que fue dirigido por Mauro Yakimiuk. Es creadora y editora de Halley Ediciones.
Marina Cavalletti Es magíster en Escritura Creativa por la UNTREF, profesora de Letras y Técnica Profesional en Música. También es cantante, poeta y periodista, docente universitaria y gestora cultural. En 2016, ideó el ciclo itinerante Brote Poético. Entre 2016 y 2018, dirigió la colección de poesía Raúl González Tuñón del Grupo Editorial Sur. Publicó poemas en sellos de Neuquén, Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires. En 2020 editó su primer libro “Random” en formato de ebook + playlist, por Halley Ediciones. En 2021 publicará “Hospital Pediátrico”, ganador del Concurso Nacional Adolfo Bioy Casares en la categoría poesía. Dicta talleres de canto, escritura y clínica de obra.
> Si querés contactarte con Marina, escribile a cantoluegoexisto@gmail.com
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