"El poema tiene este carácter dinámico, más en abierto, en proceso y puede cambiar a partir del diálogo con el otro", comparte Marília Garcia. Entrevista realizada por Alan Talevi.
Foto: Cortesía Marília Garcia
Alan Talevi (AT): Marília, en la posdata de Parque de las ruinas contás que los textos que lo componen fueron escritos para ser dichos, más que para ser leídos y que hay varias versiones diferentes de ellos, con diferentes títulos. Incluso hay zonas que se filtran en Cámara lenta. Al leer eso, me pareció que ese carácter mutante del texto de algún modo le infunde vida, como si fuera un animal que cambia según el espacio disponible ¿Un poema es un ser vivo? Marília Garcia (MG): Qué linda imagen de poema como un animal que cambia o que se camufla según el espacio. Me gusta pensar que sí, que el poema tiene este carácter dinámico, más en abierto y en proceso y puede cambiar a partir del diálogo con el otro. Creo también que la posibilidad de “decir” el texto algunas veces me termina llevando a cambiarlo, o sea, cuando voy a decirlo quiero que él coincida conmigo en ese momento y que cree relaciones con el espacio donde voy a estar, un poco como la idea de site-specific de las artes, en que una hace un trabajo para un sitio específico. A veces, ya tengo el texto listo, pero cuando voy a leerlo intento de algún modo actualizarlo, hacerlo crear relaciones con este sitio y con la Marília de ese día, de ese momento (no solo con los poemas largos esto, sino también con los textos cortos que no son "charlas").
AT: También de algún modo, esa característica mutante hace que sea difícil de fijar ¿Hay algo anticapitalista ahí? Digo, pensando en esa vieja necesidad capitalista de fijar las cosas, de transformarlas en algo reproducible e industrializable y un poco muerto.
MG: No había pensado desde este punto de vista, tenés razón, el poema tiene algo de anticapitalista. Y también en el sentido más obvio de no adecuarse al mercado, a los lectores, a la expectativa del lenguaje (sea la transparencia, para quien dice que no comprende poesía, sea la opacidad para los que buscan que el poema haga algo pre-determinado). Me gusta un texto (un chiste) de Hans Magnus Enzensberger que dice que los lectores de poesía son siempre un número igual para cada país en todas las épocas, alrededor de 1354 (sólo en Rusia, por algún motivo misterioso, este número es mayor). No hay cómo esperar una adecuación capitalista para este producto que solo va a tener un número de lectores ínfimo, sin expectativa de cambios.
AT: En "El poema en el tubo de ensayo" mencionás ese poema-experimento de Charles Bernstein, "¿qué hace a un poema ser un poema?". Allí lo que hace al poema se define a través de una serie de negaciones. El tiempo aparece dos veces, primero negado "No es el tiempo" y luego fácticamente, cuando el poema queda interrumpido porque el cronómetro llega a cero. En tu poesía es muy notable la acción del tiempo, a veces como erosión, a veces como pliegues, o como loop. ¿Cuál es, para vos, el vínculo entre poema y tiempo?
MG: Creo que pensar el tiempo está en el lenguaje todo el tiempo, de la poesía, del cine, de la narrativa, las artes. Pensar el tiempo es pensar también el ritmo. Y como bien apuntaste, es una obsesión en lo que yo hago; cuando creo que estoy lejos del tema, él viene como una aparición. El poema habla del tiempo, de sus rupturas (el corte del verso, los hiatos e interrupciones son como pausas), la idea de recomenzar, el tiempo cronológico, que puede caber en una lectura, o el tiempo como serie, fuera de la idea de tiempo lineal. Me gusta la posibilidad de hacer cortes y montajes con las palabras de modo de nombrar y ver esos tiempos.
AT: ¿Cómo se relaciona tu poesía con la experiencia de viaje?
MG: Más que el viaje creo que me interesa la experiencia de desplazarme: sea por el viaje, sea por un desplazamiento en el lenguaje. La experiencia de viajar y estar en otro sitio, con otro paisaje, otra gente, nos produce una sensación de extrañamiento que hace todo digno de nota, de palabras: de súbito un mundo nuevo está ahí para ser nombrado, dicho, vivido. Creo que el desplazamiento en el lenguaje (por la lectura, la traducción, la experimentación poética) puede crear este nuevo paisaje para nuestros ojos, un paisaje textual, que me lleva a ver mi mundo, mi realidad con otros ojos.
Foto: Cortesía Marília Garcia
AT: Parque das ruínas es un texto hiper-referencial, donde se habilitan conexiones con imágenes, con el cine, con otros poetas y con textos de corte más académico. ¿Hay un rasgo ahí de nuestra sociedad actual que conecta todo permanentemente, sin fronteras definidas? ¿O hay más bien una puesta en papel de un flujo de conciencia, de la libre asociación?
MG: Quizás un poco de los dos. El texto fue escrito a lo largo de algunos años y tuvo distintas etapas de escritura. Primero, hubo la experiencia de sacar fotos del puente y hacer un diario con esto; después tomar notas de las películas. Yo tenía las cartas de mi tío-abuelo. Tomaba apuntes diversos sobre lo que pasaba en la residencia. Y, después, escribí la charla a partir de ese material (y escribí la charla con las imágenes, que son muchas en la charla en vivo, así que también llevan a otras referencias). Además, fueron dos charlas distintas que resultaron en el poema "Parque de las ruinas", cada cual con sus referencias y conexiones, hasta que un día me di cuenta de que dialogaban y podían ser un único texto más largo.
AT: Trabajás la idea del poema como ensayo, como test. Casi diría que establecés una conexión imprevista entre la ciencia y la poesía, a través de reconocer esa condición experimental ¿Hay un pensamiento poético, distinto del científico, distinto también de la tradición filosófica, pero, de algún modo, riguroso?
MG: Sí, creo que el poema tiene un pensamiento riguroso, que trabaja cerca de la letra, de las palabras, atento a las cosas mínimas, como si pusiera en una lámina de microscopio la palabra, la lectura, la traducción ‒iba a decir tradición y el corrector me corrigió, entonces quedan las dos: traducción y tradición poéticas-. Y, a la vez, el pensamiento poético se aleja cuando necesita dar cuenta de otras cosas, para ver el mundo, para intentar oír lo que pasa alrededor. Me gusta mucho leer ensayos y también ensayos que piensan el ensayo y un día me di cuenta de que muchas veces estos ensayos parecen estar hablando sobre un tipo de poesía más porosa, que se abre para oír otras formas y rehacer su propia forma y formulación. O mejor, creo que el punto de vista más experimental y errático del ensayo (en sentido montaigniano) puede acercarse del punto de vista del poema.
AT: Por otro lado, un experimento bien diseñado debe tener cierta reproducibilidad, del mismo modo que a un test (un test diagnóstico, un test de calidad, etc.) le exigimos que sea confiable. Pero el poema sería un test que cada vez podría arrojar un resultado diferente, incluso examinando el mismo objeto, ¿no?
MG: Sí, coincido totalmente. Creo que el poema no tiene una fórmula lista, pre-determinada y, en esto sentido, confiable. Me gusta lo que dice Emmanuel Hocquard de que el poema necesita a cada vez empezar otra vez, tirar la armadura conceptual que se logró alcanzar y poner a prueba todo otra vez.
AT: Parque das ruínas tiene cierto aroma académico. De hecho, hay versiones de ese texto que fueron gestadas para charlas en las Universidades de Sao Paulo y Río de Janeiro ¿Cómo responde el público académico a una charla poética?
MG: Hay un poco de todo, dependiendo del espacio donde estoy. A veces las charlas son bienvenidas, la gente tiene curiosidad, las recibe bien; sobre todo cuando hay gente de otras disciplinas, como arte o filosofía. Por otro lado, hay veces en que a la gente no le gusta. Hubo una vez en que una profesora me dijo: “Tu charla hace mucho uso del ‘yo’, hoy en día la gente no escribe más con el ‘yo’” y, luego, el mismo día, una serie de preguntas que claramente me cobraban por no estar de acuerdo con lo que esperaban de la escritura poética.
AT: Escuché alguna vez que los poetas brasileños logran un equilibrio difícil: son, por un lado, rupturistas, innovadores, pero -por otro- conocen en profundidad -y dialogan- con su tradición poética... ¿Es así? ¿Y cuáles dirías que son los poetas pasados y contemporáneos con los que más conversás?
MG: Creo que esta descripción tan marcada la veo (además de la poesía moderna, de ruptura, por supuesto) en la poesía y la investigación de los poetas concretos, que llegaron en los 50 rompiendo con lo que había, releyendo la tradición poética para elegir lo que les interesaba, además de traducir su canon poético. Me parece que las rupturas después fueron más blandas, aunque estén ahí, son más como cambios de dirección. Creo que a partir de los 70 hubo poetas interesantes que leían un poco de todo, que dialogaban con los más experimentales y constructivos y a la vez con una poesía más de la "experiencia". De los pasados, además de los poetas modernos por los que todos pasamos, y los hermanos concretos Haroldo y Augusto de Campos, yo converso con estos poetas de los 70, como Ana Cristina Cesar, Sebastião Uchoa Leite, Francisco Alvim. Y también con la música de este momento, que era muy experimental y viva. De ahora, hay muchos poetas escribiendo cosas muy distintas e interesantes, citaré algunos que están más cerca, como Ana Martins Marques, Alice Sant'Anna, Angélica Freitas, Bruna Beber. Un querido amigo que se fue hace poco, Victor Heringer. Leonardo Gandolfi, mi marido, con quien tengo muchos cambios. Ricardo Domeneck, poeta que experimenta mucho y de quien siempre estuve cerca, en diálogo.
AT: Marília, la escritura..., ¿para qué?
MG: No sé muy bien, en mí creo que para vivir mejor, dar sentido a las cosas y pensar con las manos.
Poemas
Le pays n'est pas la carte
piensa bien, pero
si tuviera las calles cuadradas
habría ido a otro café, habría dicho todo de
otro modo y visto desde
arriba la ciudad en lugar de
perderse cada vez
en la salida del subte, no es desagradable
estar aquí, es solo
demasiado real dice con las pestañas erguidas
buscando un mapa
De Veinte poemas para tu walkman( fragmento), Editorial Gandulla
Una línea que no cierra
Acá el río es verde, tiene el mismo tono que
la verja del puente. un día
dijiste que la única cosa verde
de esta ciudad
era el río.
el resto,
dijiste,
solo rama seca.
El restono se borra, pensé,
y hoy cuando crucé el puente
me acordé de tu voz
en la grabación:
- es una línea que nunca se cierra.
los años van pasando
y nosotros en ciudades
diferentes -
cuando vi el río pasando
me acordé de esa línea y del día en que
nos conocimos.
De Cámara lenta, Zindo&Gafuri
Sobre Maríla
Marília Garcia nació en Rio de Janeiro en 1979. Poeta y traductora, publicó en Argentina los libros 20 poemas para tu walkman (Vox ediciones), Cámara lenta (Zindo&Gafuri) y Parque de las ruinas (Mandacaru Editorial). Es co-editora de la revista de poesía Modo de usar & Coy y una de las fundadoras de la editorial independiente de poesía Luna Parque Edições. Tradujo a Gertrude Stein y Emmanuel Hocquard, entre varios otros.
Foto: Cortesía Marília Garcia
Sobre Alan
Alan Talevi nació en Buenos Aires en 1980. Obtuvo el primer y tercer premios del Concurso Itaú de Cuento Digital (2016, 2017), el primer premio del Círculo de Estudiantes de Artes de la Escritura (UNA) (2017) y el 2do Premio del Concurso Luis José de Tejeda (2019). Publicó en diversas revistas y portales literarios (Evaristo Cultura, Letralia, Atletas, Cara de Perro, entre otros) y en las antologías "La Plata, Ciudad inventada" (Primer párrafo, 2011) y "Los bordes de la biología" (Evaristo, 2018). En 2019 Malisia Editorial editó "Pero ninguna palabra sobrevive" (cuentos) y Cuentos María Susana publicó "Trol". En 2020 la Editorial del Municipio de Córdoba editará su libro de cuentos "Anomalía". Fue incluido en la antología Audiocuento y es uno de los fundadores y editores de la editorial Salta el Pez. Estudia la Licenciatura en Artes de la Escritura de la UNA.
> Entrevista realizada por Alan Talevi. Si querés contactarte con él, escribile a alantalevi@gmail.com
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