En el mes de julio, la poesía argentina perdió a dos de sus grandes referentes: Javier Galarza y Susana Cabuchi.
La memoria posee cierta cualidad espectral
"Tengamos en cuenta que, en tanto estamos prometidos a la muerte, cosa que no es mayor problema, cualquier curación será momentánea. Entonces puedo afirmar que la escritura produce movimientos. (...) Sé que los pactos con la palabra producen nuevos emplazamientos y esto tiene incidencia en lo social. Y me permito una vuelta, no sin algo de misticismo, a esta pregunta. ¿La escritura salva? Porque yo busco mi redención, 'karma police', aun si no es posible. Quiero escribir mis imposibilidades con furia y deseo y un poco de amor en este mundo", apuntó alguna vez Galarza.
Galarza tenía 54 años. Su último libro, "La religión Hölderlin", fue publicado por la editorial Llantén. Nacido en 1968, tenía una profusa obra publicada que incluye poemarios como "El silencio continente", "Reversión", "Refracción", "Lo atenuado", "La noche sagrada", "Für Alina", "La perfecta desnudez" (en coautoría con Leonardo Leibson y María Magdalena) y "Diez cuentos góticos".
Desde 2003, el autor se desempeñaba como profesor asociado de la Fundación Centro Psicoanalítico Argentino donde daba cursos sobre Hölderlin, Rilke y Paul Celan. Se dedicaba a la enseñanza y a la investigación literaria y había escrito notas y ensayos sobre Alejandra Pizarnik y Osip Mandelstam, entre otros. Actualmente estaba escribiendo un texto sobre Antonin Artaud.
Poemas de Javier Galarza
ESTADOS DE EXTRAÑEZA
La memoria posee cierta cualidad espectral
donde el mundo conocido
amenaza con deshacerse
y trastabilla la identidad en cuestión.
La etimología de ‘persona’
es ‘máscara usada por un personaje teatral’,
la palabra fascinó a Ezra Pound,
quien tituló ‘Personae’ (1926)
su compilación de poemas breves.
Algunos dicen que ‘persona’
significa ‘resonar a través de una máscara’
y en tal caso la voz tendría prioridad
en el origen de esta palabra.
‘Sujeto’ suele contraponerse a ‘objeto’.
Pero la poesía altera la gramática,
a veces tiembla el sujeto del enunciado
o tropieza quien habla en la enunciación
como si el proceso de despersonalizarse
implicara una tormenta de nieve.
La memoria entonces es esa huella imprecisa
que se crea al no retornar.
Ser escrito o pensado o dicho
o una mariposa que se sueña Zhiangzu,
algo agazapado entre ‘los monstruos de la razón’.
¿Qué recuerdos nos sostienen?
Aquel camino de subida en el invierno de Trondheim.
Los colores de esa tarde robados a un cuadro
de Caspar David Friedrich.
Pero la memoria tiene cuartos que se deshacen
habitaciones como las del hotel que dejamos.
¿Te acordás?
Éramos nosotros los que bajábamos
corriendo de aquel monte nevado.
No, creo que no era un monte.
No, no estaba nevando.
No, no corríamos tanto.
No. No éramos nosotros.
DECANTAR
Para Mijail Bajtin ‘la lírica solo vive
gracias a la confianza en un posible
refuerzo coral’,
lírica como espera de otra voz,
un movimiento hacia el otro,
lo ‘prosaico’ entonces
sería eso que carece de emoción.
Pero silbar solo en una calle
deshace los géneros literarios;
comer, dormir, caminar en invierno,
el deseo de abrigarse,
eso es tejer,
eso es escribir;
‘texto’ deriva del verbo latino ‘texere’:
tejer, trenzar, entrelazar.
En el principio escribir fue cifrar,
rasgar una piedra o el barro,
para grabar algo
de carácter religioso o funerario,
incisiones sobre el lodo fresco
o sobre tablas de madera,
pero un hombre que silba en un callejón
nos recuerda que ‘cantar’
significa ‘coser canciones’.
POEMA PARA MIROSLAV TYCHY
La obra no consciente de sí misma.
Aquel consejo de Osip Mandeltam:
‘hacer a un lado el texto principal
y guardar lo escrito en los márgenes’.
La captura del instante,
algo del orden de lo que no perece
ni perdura. Estados de suspensión.
La consiga de Rimbaud: ‘fijar vértigos’.
No, no fue Miroslav Tichy un vagabundo
que construía sus máquinas de foto a mano,
con cartón, latas y cinta adhesiva;
no revelaba y enmarcaba las fotos
con desechos que juntaba de la calle.
No fotografió mujeres checas,
pequeñas postales voyeur del deambulador.
No agradezco su merodeo
en torno a las piscinas de Praga,
todas esas estampas imperfectas que el tiempo
y el anonimato hubieran arrebatado.
No vivió Miroslav entre 1926 y 2011.
Miroslav no ‘miró’. No ‘cartoneó’.
No es el arte un daño colateral.
Ni duele esta noche escribir estas palabras.
Esa mano que muere no está sola
Susana Cabuchi nació en 1948 en Jesús María (Córdoba) y estudió la carrera de Letras Modernas. Escribió varios libros de poema entre los que se destacan "El Corazón de las Manzanas" (1978), "Patio Solo" (1986), "Álbum Familiar" (2000), "El Dulce País y otros poemas" (Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación, 2004), "Detrás de las Máscaras" (2008), "Poética-1965-2010" (2010), "Album de famille - Livre CD" (Paris, Francia, 2015); "El Viajero"; (2018); "El Corazón de las Manzanas"; Edición homenaje 1978- 2018 (Alción Editora, 2018) y "Siria" (Barnacle, 2022).
Fue traducida al francés, italiano, portugués y árabe, y obtuvo por su escritura distinciones nacionales e internacionales. Organizó ferias del libro, semanas de cultura, talleres y jornadas de animación y promoción de la lectura y la escritura, seminarios, debates, entre otros. Actuó como miembro de jurado en diversos concursos nacionales de Poesía y Narrativa y como panelista y conferencista en congresos, encuentros, festivales y jornadas en su país y en el exterior.
Poemas de Susana Cabuchi
LA CARTA
Ha llegado la carta.
Está sobre la mesa,
al lado de las flores.
La miro
largamente.
Conozco la letra.
Pero la leeré
a la medianoche,
cuando los trenes
que pasan hacia el norte
hagan temblar
los vidrios de la casa.
De Patio solo, 1986
ÁLBUM FAMILIAR
Los padres
fueron una vez
a Mendoza.
Me dejaron
una foto con nieve
a orillas del camino
con un gran auto negro
y con amigos.
Me dejaron
una foto con nieve
y este frío.
De Álbum familiar, 2000
PASOS
He bebido las aguas
del Shu – Am
como si no estuvieran
contaminadas.
A orillas
del río silencioso
crecen flores amargas
sobre las que he descansado,
leyendo.
Y no he pecado
sino
lo necesario.
De Álbum familiar, 2000
12 DE JUNIO
Esa mano que muere
no está sola.
El anillo dorado
la devuelve
a una danza de bodas
y a sus giros.
A una siesta
de parrales ardientes.
A los vinos
guardados
para las grandes fechas.
Está
el metal redondo
sosteniendo
que todo fue verdad.
El anillo de bodas
de mi padre,
en la mano, en la vida
de mi padre.
En el día de la muerte
de mi padre.
De Álbum familiar, 2000
CIELO
Sobre las montañas nevadas,
como una flecha oscura,
van los patos salvajes.
Cruzan.
Como tu sombra
sobre mi corazón.
De Álbum familiar, 2000
VISITA AL PURGATORIO
El cartel anuncia
“El Paraíso”.
Aquí están
la directora del colegio,
la fundadora del Teatro Vocacional,
el carnicero,
el prestamista, el notario.
–Sí madre,
traigo galletas,
sacaremos una mesa,
jugaremos a la confitería,
tomaremos el té.
Las pequeñas carrozas
–trípodes, andadores,
sillas de ruedas–
giran.
Aferrados al pasamanos
los caminantes
repiten la peregrinación,
como antes en la plaza,
ahora a orillas de la ciudad,
a orillas de la vida,
con las máscaras de la vejez,
con los pesados trajes,
marchitos.
Sí madre,
soy la tía Emma
y también soy Susana.
Entre sombras
la comparsa emite
entrecortados llantos, gemidos secos.
–No madre, sus padres
no la olvidan,
están muy ocupados.
Cuando puedan
vendrán
con un ramo de rosas.
De Detrás de las máscaras, 2008
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