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Foto del escritor+Poesía

Nuevas voces: Pedro Santos Deluca

La poética detrás de la conducción de uno de los ciclos de lecturas más federales de la actualidad.



La poesía de Pedro Santos Deluca surge de los bordes de Buenos Aires. Aparecen en ella lugares como las estaciones de servicios, pequeñas iglesias, hombres solitarios, pero también aparece en ella un sentimiento profundamente humano. Los sentimientos afloran en su escritura, así y todo no se permite caer en los lugares comunes, sino que hay un trabajo con la palabra que permite que la estética prevalezca, por sobre esos sentimientos como la culpa, la violencia, la soledad.


Nos interesa la poesía de este autor porque en ella habita la resistencia a lo establecido, y no se sube al caballo de la palabra liviana. En este sentido, el autor pareciera huir, por elección, del canon de la poesía. Tan despojados son sus textos que parecieran no querer validarse en los mundillos literarios. Desde este espacio, reivindicamos las voces contraculturales y por eso decidimos incluir a este poeta.


Generalmente, cuando pensamos en Pedro, pensamos en el conductor de Poesía Dominguera (ciclo virtual que co-conduce junto a Verónica Mateo), pero no pensamos en el escritor. Por eso, queremos reivindicar su voz desde otra perspectiva, ya que no solo milita la palabra desde la gestión cultural, sino también desde la expresión poética.


 

>Poemas


Amsterdam

I

parado en la esquina

cigarro en mano

esperás.


en la estación de servicio

gente varada en la ciudad

repasa tres veces

un menú desabrido


Son todos marinos como vos,

Querelle

A media cuadra,

una pequeña iglesia de Cristos remendados

se olvida de los pecadores


Hiciste la llamada casual para lavar la culpa

—al cuerpo se encargará de bendecirlo el agua—


La ducha es corta

gana la ansiedad


Te ves

Tenés una camisa a mano

de las nuevas

de las suaves

de esas

que sirven para el roce justo



Te ves

La pose en la ventana dio resultado

La fábula que narrás

si enamora

no será tu responsabilidad


II

No hace frío

—Que pases una linda noche— te deseo


Te vio, Querelle

Es otro solitario que se perdió en tu media sonrisa

no se detuvo a entender tu mirada

no supo la condena de ese cuerpo disfrazado

con los colores que te llevaste de casa


Temblás

alguien te llama por el nombre que inventaste

te cuesta un segundo recordarlo

lo recuperás de una larga lista de hombres

te acercás al auto

subís

tiene olor a olvido

te lleva al centro de la ciudad


En ese mismo momento

cruzamos puentes

El tuyo sobre aguas

El mío bajo autopistas



Te pido ayuda

no puedo solo

necesito distraerme para alejar el pánico


Por ahora

tu atención está en sobre el agua

y en la adrenalina del encuentro

pactado bajo la luz del deseo


III

La plaza no es la misma

los edificios se descubren vírgenes


lo que seduce del encuentro

es la necesidad de validar el personaje


Funciona

ya sabés lo que sos capaz de generar


Fumás, bebés

Ambos sabemos que por piedad

decís que

dos cervezas

en casa

solo


Pero nos gusta creernos las tramas que inventamos

¿No es cierto, Querelle?

No fueron dos

No fueron en casa

No fueron solo

IV

Cuando regresás

son más de las cuatro

te asomás a la ventana

encendés la luz un rato más

Sabés bien por qué


Tomás una decisión

todo se acomoda

La conciencia estará tranquila a partir de ahora


Salgo de mi puente

llevo horas esperando

no sabés

no contestás

El dolor tiene un límite

se detiene cuando reaparece tu cara en la vidriera iluminada


No tenés por qué saber lo que duele una madrugada debajo de un puente, Querelle


V

Cuando logro regresar

“No estás” tiene otro significado


En tu ventana

la luz sigue encendida

pero Amsterdam está demasiado lejos para mí


El turista inmóvil, 2021


El mal paso

En una lata de té que transformaste en costurero

guardabas los pasajes de tus migraciones.


Palomita preñada,

no los coleccionabas para hacer nido

sino para construir un moisés

que me alejara del mar

y me arrojara a esta pampa sin alma.


¿De qué querías salvarme?

¿Cuáles secretos presagiaban mi suerte?

¿Por qué sigo con los pies atados?

No

puedo

saberlo

La muerte

te la comiste toda vos

Te llevaste tanto de mí en ese otro abandono

que todavía hago fuerza en el barro para sostenerme.


Salvador

I

Tus vestidos negros, ácidos de naftalina,

sabían transformar las polillas

en suaves insectos voladores.


Con mi mano,

experta red,

me enseñaste a atraparlos.


Mamá no podía comulgar,

me mandaba a ayudarte para ganar sus cielos.


Vamos, Pichón, —sonreías—

vos sabés lo que me gusta.


Y yo te acompañaba

con el orgullo de ser el elegido.



II

Después del sacrificio,

los estigmas.


Siempre regresabas;

no había infiernos que pudieran contenerte.

Buscabas

hacerme

cómplice

para reducir tu condena


—Dale, si a vos también te gusta—

aunque eso ya no pareciera una sonrisa.


Aprendí que para medir un minuto

debía cerrar fuerte los ojos

y contar hasta sesenta.


Y sesenta

Y sesenta

Y sesenta


Rogando que tu comunión

me dejara,

al menos,

llegar al seiscientos

con la boca llena de aire

para poder pronunciarlo.



¿Vas a exterminar juntamente al justo con el malvado?

Génesis 18: 23

Sal

El desierto no es salado, Mujer

— decías—

confundiste conveniencia con amor

porque el mar que navegábamos no tenía peces

y en el fracaso de las redes

nuestro viaje estaba destinado a la ruina


Una canción antigua

había referido el castigo.


Por seguirte

—como siguen los crédulos a sus divinidades—

no la escuché


Yo deseaba acariciar muslos fuertes

pero estaba rodeada de hombres

que vedaban el deseo


Mirar

era lo único permitido

—aunque ardiera—


Ahora

que veo mi cuerpo solidificado

comprendo que esta mortaja expiatoria de sal

fue creada para garantizar la mentira

y el vino del incesto


Todo estaba en los presagios

pero qué podía comprender yo

que ni tengo un nombre para llevarme a la boca


Serán como dioses

Génesis 3:5


La Expulsión

Abrir los ojos

y descubrir tu cuerpo


Eso es lo imperdonable


Profecía

Necesito escribir un poema

que vuele

como un diente de león

esparciéndose antes de la tormenta


Hierba amarga,

soñé que te despedías con un beso


Pero no fue el beso lo que me despertó

sino la despedida

-¿te das cuenta?-

Tanto pedirle al inconsciente soñarte

¡Tanto!

Como para que ahora desvele

y duela


Loop

¿Cómo se pronuncia ese sonido que aparece detrás de tu nombre?


No le di tregua al silencio para escucharlo.

No pude.


Me niego a morir desarmado

esperándote

en el bosque.


Escribo con cada una de estas flechas

que le arrancamos al cuerpo

— a este cuerpo con el que descubriste que leo—


Escribo porque sé

que compartimos la herida.



Sobre Pedro

Pedro Santos Deluca, lo rebautizaron "Tato" porque le tocó repetir nombre como si heredara un reino familiar. Por cuestión de azar, nació en Mar del Plata en diciembre de 1967, pero ya hace muchos años que vive en Mercedes, Buenos Aires.

Es profesor de Lengua y Literatura y coordina talleres de escritura creativa en ámbitos públicos y privados. Organiza junto a la poeta Verónica Mateo el Ciclo Poesía Dominguera en Instagram que, durante el ASO, creó redes federales de lecturas. Paralelamente, integra como cantante la murga Botija Mujica.


Sobre Misael
Misael Castillo nació en Tostado, Santa Fe en 1993. Es poeta y estudiante del profesorado en Lengua y Literatura. En 2019, publicó el libro "Robarle al cuerpo lo que está de más" (Presente ediciones).


> Reseña realizada por Misael Castillo, colaborador de +P. Si querés contactarte con él, escribile a misaelcastillo.1972@gmail.com


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