Una remera que diga: “Una mirada desde la alcantarilla puede ser una visión del mundo, la rebelión consiste en mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos”. Ese puñado de versos pizarnikeanos de Árbol de Diana, que son un hit atemporal, tiene -en plena pandemia- un contrapunto indudable y asombroso con el libro "Entre ventanas", de Gustavo Tisocco.
El correntino troca la alcantarilla de Alejandra y mira el mundo y se rebela, parafraseando al tango, con la ñata contra el vidrio. Su trabajo es antropológico, minucioso. Su territorio: el edificio que tiene justo enfrente. En la contratapa, Natalia Litvinova se refiere al poemario como “un reflejo de nuestras vidas, una constelación de destinos trágicos y hermosos”.
Y así es. Tisocco, que en su propia ventana habla de sí mismo como un espía despiadado, diseña a lo largo del libro, un Tetris de departamentos de 12 pisos que van -en su mayoría- de las puertas A a la D, casi haikus modernos, o tuits voyeristas.
Antes de entrar al palier y tomar el ascensor, en “Vereda” se lee: “Ese hombre con frío/ busca una mirada/ que lo abrigue”. Son líneas concisas y sin eufemismos, donde opera la atrocidad de lo simple, probablemente porque no se puede adornar la realidad de quien no tiene techo.
En ese punto cobra especial valor la dedicatoria del libro “A mis padres, que me enseñaron a registrar a los otros”. Y es que ver no es lo mismo que registrar y Gustavo registra, como un documentalista con cámara en mano, deja huella de la ferocidad, del desarraigo, transita paisajes disímiles, sin golpes bajos y con necesaria potencia.
El poemario, con la ilustración de tapa de Carolina Martínez, está maravillosamente editado por Darío Falconi, en Mascarón de Proa. Aunque resuena en el contexto del confinamiento, se escribió hace cuatro años: “Imaginé que un edificio es un lugar con alegrías, tristeza, historias. Cada ventana tenía algo para contar, para relacionar con el tiempo en que vivimos. Así está lo social, el amor, lo tierno, lo violento. Fueron llegando a mí como pequeñas historias. Fue un libro que me sorprendió”, asegura el autor.
Desde lo formal, en las páginas se exponen historias cortas que inician, mayormente, con el mismo verso: “En esa ventana”. Y entonces, desde ese trampolín, una madre amamanta al lobo, un hombre negro descubre paraísos o dos ancianos se toman de las manos con la persistencia del amor que no entiende de relojes.
“Busqué que la brevedad cuente historias, que el lector pudiera relacionar con su edificio de enfrente a partir de esa brevedad. La idea es que reciba un latigazo, un haz de luz que le permita iluminar su historia”, explica Tisocco que traza un universo con una tensión clara y tan actual como antigua: ignorar o empatizar con los otros. Y, desde allí, la espera insoportable de una chica bulímica, una mujer golpeada que no denuncia y cuida que sus hijos no escuchen, la miopía crónica de aquella que desgrana oraciones y cuentas de un rosario, pero niega al desclasado: “Triste no percatarse de Dios/ estando tan cerca”.
La observación de los detalles se resignifica en pandemia, en el mundo contemporáneo con ciertos individualismos o egoísmos, pero también con la búsqueda de libertad o el disfrute por la lectura. Los detalles acercan el aroma a arroz con leche de la infancia, la música que nace de un piano, las formas de amor en toda su diversidad. Y también las mudanzas y el exilio, Malvinas y el Nunca más. Allí, el hoy se vuelve hacia la historia como una constante que nos define como sociedad. Porque Tisocco está convencido de que el poeta escribe sobre lo que vive, lo rodea y lo conmueve.
“Dios /no resiste las ciudades” se lee en 6A y entonces otro rasgo de los poemas: el verde, la naturaleza, la selva que se busca en evocaciones, entre gatos y gorriones que picotean gusanos y cactus. Así, la espera insiste como contrapartida de la acción y no una acción cualquiera: lo prioritario es ver, abrazar, registrar. Lo prioritario es escribir: “Siempre de noche escribe/ La salvación/ a veces/ habita en la penumbra”.
Y como en el inicio, Tisocco se pulveriza los ojos, de la terraza al consorcio, de la vereda a cada puerta, crea o versiona un gran universo cotidiano, con muchos microcosmos adentro, esos que el poeta despliega como un elogio de la mirada, para hacer de cada criatura, de cada vecino, de cada circunstancia, una postal del itinerario hacia lo humano, con todos sus matices.
Sobre Gustavo Gustavo Tisocco nació en Mocoretá -Corrientes- el 25 de octubre de 1969. Publicó "Sutil", "Entre soles y sombras", "Paisaje de adentro", “Desde todos los costados”, “Pintapoemas”, “Cicatriz” y “Perla del Sur”, entre otros. Recibió varios reconocimientos, como el Primer premio del congreso de médicos escritores en el año 2004 y 2006 respectivamente, premio revelación a la calidad literaria en el encuentro “Buenos Aires poesía-reunión de voces” y “Revelación del tercer encuentro de poetas latinoamericanos” –Villa María, Córdoba- ambos en el año 2007. Su poesía ha sido traducida al portugués, francés, catalán, italiano, inglés y alemán. Desde 2006 dirige http://mispoetascontemporaneos.blogspot.com
Sobre Marina
Marina Cavalletti Es Magíster en Escritura Creativa por la UNTREF, profesora de Letras y Técnica Profesional en Música. También es cantante, poeta y periodista, docente universitaria y gestora cultural. En 2016, ideó el ciclo itinerante Brote Poético. Entre 2016 y 2018, dirigió la colección de poesía Raúl González Tuñón del Grupo Editorial Sur. Publicó poemas en sellos de Neuquén, Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires. En 2020 editó su primer libro “Random” en formato de ebook + playlist , por Halley Ediciones. En 2021 publicará “Hospital Pediátrico”, ganador del Concurso Nacional Adolfo Bioy Casares en la categoría poesía. Dicta talleres de canto, escritura y clínica de obra.
> Entrevista realizada por Marina Cavalletti. Si querés contactarte con ella escribile a cantoluegoexisto@gmail.com
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