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Notas sobre el trabajo en la poesía

Compartimos el ensayo escrito por Mariano Bello y, con este texto, inauguramos una nueva sección dentro de nuestra revista.


I


Las siguientes son notas acerca de las relaciones entre trabajo y poesía que se dan en dos poemarios recientes (2019, 2021) y uno no tan reciente (2007). Intentan indagar las formas en que, ya sea frente al mundo del trabajo de oficina, ya frente al de la desocupación, la poesía configura su lugar propio de resistencia e imagina una realidad diferente que invoca la solidaridad de los vínculos. El corpus es en buena medida arbitrario y escaso pero, tal vez pese a todo, o tal vez por eso mismo, puede ser revelador.

 



En el primer poema de Punto de encuentro de Malu Kruk (Peces de ciudad, 2021) se lee:


hoy mi jefa me preguntó

¿qué estás escribiendo?

sonreí (p.13)


Esos tres versos definen una posición que va a recorrer todo el libro. En esa sonrisa final hay un silencio que resguarda la escritura poética en un lugar ajeno al trabajo, al mismo tiempo que quien escribe está precisamente en el trabajo. Escribir poemas (secretamente) es sustraerse al trabajo.

Para que ese movimiento sea posible diferentes realidades deben ser invocadas. Ahí aparecerá el barrio de la infancia donde se fue feliz y que sigue sugiriendo poemas de madrugada, también el transporte público que enmarca las horas de trabajo y está poblado de rostros conocidos, o los diez años en el mismo trabajo con gente que apenas se conoce. Y aparecerán además los vínculos y las historias familiares, y las entregas de profesorado que van conformando una salida de la vida de administrativa.

El trabajo administrativo se constituye a la vez como un espacio negativo:


nadie hablará jamás de los administrativos

que morimos cada día detrás de un escritorio

ni siquiera nosotros mismos

conocemos nuestro rostro (p.23)


Provee, sin embargo, la certeza del sueldo a cobrar el primer día hábil y, con eso, cierta seguridad, y también la posibilidad, dada por la nula vigilancia, de escribir poemas.

Para que se genere entre los administrativos del libro un vínculo real tiene que llegar el apocalipsis:


si el apocalipsis nos encuentra

en esta oficina

compañeros

que nos encuentre unidos (p.31)


 

III


A mitad del primer poema de Poemas para no ir a trabajar de Fernando Aíta (La Libre, 2019), se lee:


De noche quedé pensando y busqué:

“Excusas para faltar”. Encontré buenas. (p.7)


Sustraerse al trabajo, sí, pero no en el trabajo sino fuera de él. El mundo, con sus vínculos y sus diversas catástrofes, va a ser convocado a través de las posibilidades que esas excusas habilitan y señalan. Cada excusa va a ser un poema; cada poema, una excusa que justifique la falta.

La existencia misma de la serie de excusas participa del clima general del libro, humorístico, solidario y esperanzador:


Todo lo que pueden miles de almas

mancomunadas y la imaginación libre: (p.7)


A partir de esa falta al trabajo van a definirse diferentes espacios: la naturaleza como lugar del idilio amoroso pero también el desastre natural e individual, corporal, la medida de fuerza o la huelga general, o bien actos solidarios. Entre estos espacios va a constituirse como uno más la escritura, quizás restringida a un par de menciones por su carácter individual, privado.

Un aspecto a destacar es que el trabajo en este libro, pese a las ilustraciones de la llave inglesa de la tapa y la fábrica de la contratapa, es como en el caso del libro anterior un trabajo de oficina:


¿Usted se da una idea de lo que duele

la columna, las plantas, las manos

de andar en cuatro, muleando números,

paquetes de datos, frunciendo los hombros,

por más ergonómico y digno que sea? (p.10)


 

IV


Diferente es el caso del “sin trabajo” de los Poemas del sin trabajo de Eduardo Mileo (Ediciones en danza, 2007). La falta de trabajo lo obliga a deambular como un paria, lo que lo inscribe en una tradición de antiguos deambuladores desocupados que florecieron en nuestra literatura en la década del 30. El trabajo es una necesidad que traza su itinerario en torno del trabajo de los otros, en eventual compañía del “sin amor”, a quien considera su igual.

Expuesto a la intemperie de la desocupación, el sin trabajo atraviesa diversos paisajes y sueños que confirman su miseria, porque traducen la soledad del no pertenecer:


Salir a la intemperie

sin saber muy bien

qué es la intemperie, ni

qué cosa la intemperie significa. (p.13)


Caerá la lluvia sobre él paisaje tras paisaje, lo azotarán el frío y el calor, y no hallará refugio suficiente hasta dar con un piquete:


El sin trabajo cree en el humo

de las gomas encendidas. (p.96)



El apocalipsis, que en Punto de encuentro oficiaba de posibilidad de reunión, se le presenta al sin trabajo como certeza final:


Llueve terror.

La mano líquida del insensible

baja a moler el trigo del silencio.

A hacer tiza de los huesos.

A rasgar el corazón como un puñal.


Pero suena la trompa del desierto.

(…)

Ya se oyen las paredes que han guardado los gritos.

Ya vienen avanzando las paredes. (p.97)


 

V


Un famoso poema de Baudelaire compara al poeta con el albatros, rey del cielo que sobre la cubierta del barco se vuelve torpe.


El Poeta se asemeja al príncipe de las nubes

Que frecuenta la tormenta y se ríe del arquero;

Exilado sobre el suelo en medio de los abucheos,

Sus alas de gigante le impiden caminar. (p.18)


Si el acento del poema baudelaireano estaba puesto en la torpeza del albatros/poeta en la tierra, la perspectiva del trabajo podría indicar la dirección contraria. Es decir que, pese a la condición alienante del trabajo asalariado, pueda existir en la poesía un espacio desalienante, pleno. Por eso quizás se verifica en Punto de encuentro y en Poemas para no ir a trabajar un doble movimiento de rechazo al trabajo y sus dinámicas y celebración de los espacios y tiempos distintos del trabajo, como lo familiar o lo idílico. Por un lado, se resiste a un trabajo que no desaparece solo por la existencia de la poesía. Por otro lado, la poesía permite transportarse a otros espacios dentro de esa rutina laboral. A su vez, los Poemas del sin trabajo establecen un movimiento trunco en la dirección contraria, un curso de ida hacia el trabajo que solo consigue rondarlo infructuosamente, lo que da origen a la soledad y a la intemperie.

No sería adecuado decir que la poesía participa del ocio, pese a todo. Desde el momento en que es enunciada como actividad dentro de los poemas mismos, se abre la posibilidad de considerarla desde otra perspectiva. Para el Marx de los Grundrisse, la visión del trabajo según la cual “éste se presenta siempre como algo repulsivo, como trabajo forzado, impuesto desde el exterior, frente a lo cual el no-trabajo aparece como ‘libertad’ y ‘dicha’” (Marx, 119) es válida para las formas históricas del trabajo, como trabajo esclavo, servil o asalariado. Pero a partir de estas mismas condiciones históricas del trabajo, discutiendo su necesidad, Marx prefigura otras, para las que aún no se han creado “las condiciones subjetivas y objetivas” para que el trabajo sea “travail attractif, autorrealización del individuo” (119-120).

Marx opone, a ese trabajo como sacrificio que Smith naturalizaba, distintos tipos de trabajo, entre ellos el del trabajo artístico. Así, mientras los artesanos medievales no caben dentro de la definición de Smith que “sólo piensa en los esclavos del capital”, el “trabajo libre” se opone a su vez a la “candorosa” concepción de Fourier del trabajo como mera diversión: “Precisamente, los trabajos realmente libres, como por ejemplo la composición musical, son al mismo tiempo condenadamente serios, exigen el más intenso de los esfuerzos” (Marx, 120).


 

VI


La poesía entonces se opone al trabajo como otro trabajo, “libre”. Por eso el libro de Malu Kruk plantea ya de entrada una escena de escritura. Por eso el de Fernando Aíta pide tiempo para “escribir y corregir”. Se trata de contraponer a un trabajo asalariado, alienante, la autorrealización de la poesía como trabajo libre. Esto no significa que la poesía sustituya a la lucha de clases, pese a que un poema de Punto de encuentro señale que


escribir un poema

no es levantar un puente

al contrario

un poema es el piquete

la manifestación (p.6)


La autorrealización de la que hablaba Marx es en todo caso individual pero no basta para modificar la situación de partida. Aún más, en otro poema Malu Kruk avisa:


la forma de mi duelo

serán mis poemas

la carta de renuncia (p.44)


Y también en “Telegrama”, el último poema del libro de Fernando Aíta, leemos:


En el día de la fecha renuncio a mi puesto

en esta mierda de empresa y modo de vida.

Stop. (p.46)


La salida de la situación de partida se da en ambos libros a través de poemas puntuales pero su sentido depende de una acción en la realidad: renunciar al trabajo, punto de llegada que necesitó los poemas de cada libro como plataforma preparatoria, a la vez que como medios para soportar las inclemencias de la vida laboral en el mientras tanto.


 

VII


En los Poemas del sin trabajo, luego de los diversos paisajes del desamparo, Los paisajes, vienen los sueños, Los oficios. Campesino, jardinero, herrero, carpintero, albañil, plomero, electricista, pintor, obrero, estibador, carnicero, motoquero, maestro, estatal, médico, músico, poeta. La lista esquiva prolijamente los trabajos de oficina que encontrábamos en los otros dos libros y sitúa al protagonista en un contexto de clase diferente al de los otros dos libros. El sin trabajo sueña mayormente con trabajos manuales. En algunos de los sueños, de hecho, se repite la mención a las manos:


En una mano lleva la hoz.

En la otra mano lleva la horquilla. (p.51)


El jardinero guarda sus enseres.

Sus manos pone al cuidado de la tierra. (p.52)


Entre el hierro y el oro

serán tuyas las manos. (p53)


Luego de la sección de Los oficios, el libro de Eduardo Mileo incluye otra, El sin trabajo, que ubica al protagonista ya no frente a las intemperies de la naturaleza y lo social sino frente a la de la propia consciencia. Los propios pensamientos, la fe, el recuerdo, el fracaso, pueblan la soledad del sin trabajo y lo hacen verse dolorosamente a sí mismo hasta dar con el piquete o el apocalipsis.


El que está sin trabajo no filosofa

pero no deja de pensar.

Y el pensamiento es un alud

que lo sepulta. (p.75)


 

VIII


Si bien a propósito de Poemas para no ir a trabajar se mencionaron las excusas referidas a la naturaleza y el idilio, y es fácil encontrar esos tópicos al comienzo del libro:


una ventana por donde fugarse,

a seguir el curso de un arroyo,

sentarnos en un tronco y estudiar

las boludeces que hacen las aves, (p.8)


también se hace presente más de una vez la catástrofe en sus diferentes formas: secuestros extorsivos, malestar general, un temporal que azota el barrio, una descompostura atroz, la muerte de un pariente, la resaca, problemas psiquiátricos. Sin embargo, ni lo idílico ni lo catastrófico agotan la serie de excusas. Como ya se dijo, un punto importante lo constituyen los actos solidarios: la donación de sangre, el cuidado de un familiar enfermo, ofrecerse como testigo de algún incidente. Otras excusas son personales, como el día de estudio o de mudanza, y otras, como la medida de fuerza o la huelga general, sindicales.


El ritmo es otro, sin apuro y sin cansancio.

Qué belleza pasearse por el día liberado,

disfrutar el paréntesis edénico

de no tener

que hacer nada.

O hacer lo que deseás.

Experimentar en carne propia

cómo puede ser todo diferente:

se desencadenan las ideas,

se imaginan otros tiempos,

sostener día a día la excepción,

convivir en un mundo sin patrones. (p.33)


 

IX


Si en Punto de encuentro el trabajo administrativo era un espacio negativo, uno de los movimientos que implica sobrevivir a él es el de no adherirse:


para camuflarme de los otros

me rehúso temo

dejar alguna huella un rastro

no voy a escribir mi nombre en la pared

ni delataré mi plan de fuga (p.38)


Otro movimiento similar es el de la evasión, que funda el arte ya mencionado de sustraerse al trabajo:


mi jefa sonríe, gesticula sobre el contexto y

que todos tenemos problemas que resolver

la sigo pero, honestamente, no sé adónde va

ahora doy vueltas en la calesita de caño de la plaza

con mi hermana al lado, de brillantes rulos, tendrá unos cinco años (pp.39-40)


La poesía se nombra a sí misma en esos actos en los que el sujeto se resiste a las condiciones que le fueron deparadas. Cada poema, sea que explicite sus condiciones de resistencia, sea que se limite a explorar un destino o a encarnar una nostalgia, implica en cada movimiento un acto de escritura que se resiste al vacío de la rutina laboral aunque sus imposiciones se sientan en el cuerpo.


en la empresa

poco a poco

me fui enterando

de que era mujer (p.29)


 

X


Ya sea que se ofrezcan como itinerarios exhaustivos de la desocupación o la ausencia laboral, ya sea que atraviesen la lógica del trabajo asalariado para encontrar espacios identitarios, estos tres libros sitúan a la poesía en tensión con el mundo del trabajo. O bien el trabajo es aquello que se le niega al desocupado, cuya compañía real es la del poeta que con tenacidad lírica lo sigue en su camino penoso, o bien es un lugar a evitar desde dentro, con la invocación del mundo familiar, o desde fuera, con el concurso de idilios y catástrofes. Como sea, en el mismo centro de la realidad, la poesía toma la palabra para reclamar lo que le es negado al sujeto, así como también para imaginarlo o intuirlo. No como una consolación que acepta la realidad sin más y se resigna a admitirla, sino como el espacio preparatorio de otra realidad que mientras tanto ejerce su resistencia sin claudicar.

En tal sentido, la poesía no se ubica ni del lado del ocio ni del lado del consumo, posiciones establecidas por el capital para ejercer su dominio en el territorio de la reproducción de la fuerza de trabajo. Toma partido por el trabajo libre, por un tipo de trabajo que posibilita la autorrealización individual y que en el caso del arte permite además que esta autorrealización se socialice. Esto no significa desconocer al libro en su condición de mercancía. Implica atravesar esa condición para descubrir, por ejemplo, de qué manera se resiste y se opone al capital, cómo bucea en la realidad cotidiana para encontrar en ella los indicios de otras realidades posibles. Ese fue, con sus probables errores y aciertos, el objetivo de estas breves notas.



BIBLIOGRAFÍA

  • Aíta, Fernando Javier. Poemas para no ir a trabajar, Buenos Aires: La Libre, 2019.

  • Baudelaire, Charles. “El albatros”, en Las flores del mal, Buenos Aires: Gradifco, 2003, p.18.

  • Kruk, Malu. Punto de encuentro, Buenos Aires: Peces de Ciudad Ediciones, 2021.

  • Marx, K.. Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (borrador) 1857-1858, Buenos Aires: Siglo XXI Argentina, 3 vols, 1973 [1953].

  • Mileo, Eduardo. Poemas del sin trabajo, Buenos Aires: En Danza, 2007.



Sobre Mariano
Mariano Bello nació en 1984 en el norte del Conurbano Bonaerense. Allí vivió varios años hasta mudarse a CABA. Actualmente se reparte entre ambas geografías. Es profesor y licenciado en Letras (UBA) y magíster en Escritura Creativa (Untref). Está preparando una nueva edición de su primer libro, Cincuenta días (Halley, 2020). Además de poemas, escribió cuentos, reseñas, entrevistas, crónicas, artículos, entradas de blog y rutinas de stand up. Trabajó algunos años en docencia en nivel medio. También dio talleres de escritura. Actualmente, trabaja de corrector

> Ensayo escrito por Mariano Bello. Si querés contactarte con él, escribile a marianoandresbe@gmail.com.

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